Por: Alejandra Coral
Twitter: @ayflaca
Intento encontrar el momento exacto de mi pasado donde me rompí. Culpo a aquel que dijo que todo estaría y no volvió más. O quizás fue ese que no supo dejarla a ella por mí. Tal vez fue él que no quiso quererme porque sería tiempo perdido. Culpo a muchos, los culpo a todos. Luego, hurgando en los pedazos, me encuentro a mí. Sólo a mí. Siempre he sido la culpable. Soy yo la que no quería que todo estuviera bien y no supo quedarse cuando debía. Soy yo la que nunca ha sabido ser opción. Soy yo la que disfrutó ser tiempo perdido. Yo, mi escaparate, mi fachada, mi ego, mi apariencia.
Nací con la convicción de que es más importante parecer que ser y me ahogué en un océano de creencias y dogmas automedicados directo al cerebro que me tienen en coma. Drogada. Vegetal. Porque querer más es de débiles y no saber estar solos es de idiotas y quedarse en un mismo lugar es de esclavos. Y así vivo, siendo sólo un viaje de ida y vuelta. Con el equipaje de corazón para poder marcharme antes de tiempo.
Creo, sin duda, que si juntara todos los pedazos sólo conseguiría armar la mitad de lo que alguna vez fui. Porque hay vacíos imposibles de llenar. Y entonces juego a acumular. Acumular historias, nombres, recuerdos, orgasmos. Todos son solo un relleno para complacer a la princesa caprichosa que llora cada vez que le quitan un juguete. Pero no deja de ser un grito sin eco. Un berrinche ante los ojos de ciegos. Un corazón inútil.
Soy yo la que baila al ritmo de la autodestrucción. Y nadie quiere quedarse en una casa tan inestable. Lastimosamente mi vacío sólo se llena con coraje, no con cobardía. Mientras, seguiré sonriendo rota porque es la única manera que aprendí de fingir. De ser.
Me culpo a mí. Tú ya puedes ser libre, pasado: eres inocente.