La sombra temeraria del
Gran Telescopio Milimétrico

Valentín Cardona
19/XII/2000

 

Mientras más tiempo se retrasen los proyectos, más tiempo vivirás del presupuesto”, reza así, un popular refrán entre algunos científicos mexicanos. México enfrenta en el desarrollo científico sus peores momentos. Y es que la guerra al interior de la cúpula científica nacional se recrudece porque Vicente Fox no encuentra al “talento” que dirigirá al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). El llamado “megaproyecto” del Gran Telescopio Milimétrico (GTM) considerado como “el proyecto más ambicioso que ha emprendido México en su historia”, bien podría ser el reflejo de la incertidumbre científica que caracteriza al México que se debate entre la corrupción, la impunidad, y la eterna miseria. Y en efecto, al igual que en todas las esferas oficiales, la información sobre los vicios y virtudes del GTM es resguardada celosamente por Alfonso Serrano Pérez Grovas, principal impulsor del proyecto ideado por Paul Goldsmith. En el ir y venir de las cifras oficiales Pérez Grovas pasa fácilmente de 50 a 80 millones de dólares respecto al costo del proyecto, como también, pasa fácilmente de un siglo a otro sin definir su conclusión.

VALIOSO EJEMPLO

Cuenta la historia que Serrano Pérez Grovas, fue nombrado el 10 de abril de 1997 director adjunto del Sistema de Centros SEP-Conacyt, y que impulsó con su nueva investidura el proyecto que conoció con 10 años de anterioridad en el Amherst College, en Massachusetts. Luego de catalogar al GTM como “el proyecto más ambicioso en la historia científica del país”, Pérez Grovas anunció que la inversión de 51 millones de dólares quedaría como un “valioso ejemplo de cómo conjuntar esfuerzos, aun entre países con gran desigualdad en sus niveles de desarrollo económico”. De acuerdo con Pérez Grovas, el GTM fue asignado a las compañías TIW Sistems y Simpson, Gumpertz and Heger para el diseño de sus etapas conceptuales y preliminares luego de un “proceso riguroso de licitación internacional”. En 1995 se terminó el diseño conceptual, para empezar, en 1997, “a preparar las bases para la licitación del diseño final” que conduciría a su construcción. Tres meses después de su nombramiento, Pérez Grovas aseguró que la construcción terminaría en el verano del 2000, y se previno: “si no existen retrasos por causas imprevistas”. En septiembre de 1998, Manuel Bartlett Díaz, entonces gobernador del estado de Puebla, colocó la primera piedra del proyecto GTM, en la comunidad de Texmalaquilla, en el municipio de Atzizintla, Puebla. Se dijo entonces que el GTM era un proyecto mexicano-norteamericano, realizado por la Universidad de Massachusetts, y el Instituto Nacional de Astrofísica, Optica y Electrónica (INAOE), perteneciente al sistema SEP-Conacyt, con el apoyo de los gobiernos de ambos países. En la ceremonia, Alfonso Serrano Pérez Grovas, astrónomo e investigador dijo felíz: “El único camino que puede ayudar a Texmalaquilla, a Puebla y a México a salir de sus problemas, es usar el conocimiento, la ciencia y la tecnología”.

TIEMPOS COMPARTIDOS

Ya en invierno del año 2000, Pérez Grovas sostiene el mismo discurso que dio origen al megaproyecto hace 13 años. Sin embargo, las contradicciones son evidentes; hoy, Pérez Grovas recuerda: “En el caso de México, el proyecto se presentó al Conacyt, y después de una serie de evaluaciones de diferentes comités, así como de un grupo de empresarios que analizó sus posibilidades tecnológicas, el proyecto fue aprobado en noviembre de 1994, mediante el Programa de Apoyo a la Ciencia en México (PACIME)”. Y se justifica: “Desafortunadamente en diciembre vino la devaluación, así que a principios de 1995 contábamos con la mitad de los fondos del que unos días antes pensábamos tener, pero el propósito de conseguir financiamiento continuó desde entonces”. El número 155 de la revista “Ciencia y Desarrollo”-utilizada por Pérez Grovas como plataforma informativa–, asienta: “Sin importar esa situación adversa, a partir de 1995 se empezaron los trabajos, y para ello se recurrió a un conjunto de expertos a escala internacional, se formó un comité técnico consultor y se licitó el diseño del instrumento, para otorgarlo, después, a la empresa alemana MAN Technologies”, también se dijo que “luego de estudiar múltiples posibilidades en el centro del país, en la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California, y otras como la del Tacaná, en la frontera con Guatemala, se decidió que el sitio con las mejores condiciones era el Cliltépetl o Cerro de la Negra, ubicado en el municipio de Chalchicomula, en el estado de Puebla”. Las sospechas de corrupción que varios investigadores del Conacyt sostienen sobre GTM, se incrementan cuando en el mismo número, se confirma que “el tiempo de observación del GTM se dividirá en partes iguales entre los mexicanos y los norteamericanos, ya que ellos aportaron el 50 por ciento de los recursos para su construcción, esto es, 40 millones de dólares”. De acuerdo con los investigadores, el Conacyt podría estar contribuyendo a la violación de la soberanía nacional, “pues ningún extranjero puede tener más del 49 por ciento de participación y mucho menos de uso de nuestras instalaciones y territorio”

BIENESTAR PARA LAS FAMILIAS

Los compromisos que Pérez Grovas asumió con el megaproyecto: “Ayudar al desarrollo del país, atraer divisas y generar empleos”, entre otros, hoy se derrumban. En efecto, trabajadores que participan en la construcción de la base del telescopio, son empleados por la empresa “Adriann’s de México, S.A. de C.V.”, la mayoría son contratados por 28 días, y sometidos a un intenso ritmo de trabajo en condiciones de riesgo extremo. Los trabajadores se quejan de constantes vejaciones a su persona, y es que tampoco hay sindicatos que los defiendan y muchos, ni siquiera tienen Seguro Social. Casi 80 trabajadores entre soldadores, pulidores, cortadores y ayudantes, arman las pesadas bases que sostendrán la parábola de 50 metros de diámetro que colocará a nuestro país “en la vanguardia de la investigación astronómica mundial”. Nuestro testigo regresa a su casa cansado, es soldador de primera y durante 8 horas consecutivas tiene que permanecer bajo el humo tóxico provocado por la fusión de los metales al soldar, sin mascarilla, sin extractor o ventilador, sin nada. Explica al reportero que no se pueden quejar en Adriann’s, algunos que lo han hecho han sido despedidos, asegura. Algunos se han desmayado, ratifica contundente, y enfurece; “ni siquiera nos dan leche para descontaminarnos”. Explota: “Hace poco vinieron de TV Azteca, hicieron un reportaje de las partes terminadas del telescopio, pero a nosotros que nos estamos partiendo la madre ni nos pelaron. A un señor lo vistieron bien para las tomas, le dieron todo el equipo de protección nuevecito, planta de soldar nueva, y tan pronto se fueron los de televisión regresaron todo al almacén”. Ruben Carrada Hernández, gerente administrativo de Adriann’s de México dice al reportero que para entrar a la empresa se necesita un permiso directo de Pérez Grovas, o de la dirección general del Conacyt. La empresa Peritos en soldadura (Persa), encargada de realizar la revisión de las soldaduras por ultrasonido, realiza las pruebas a los soldadores que ingresan a trabajar, y constantemente revisan las piezas soldadas, nuestro testigo explica: “ellos ni saben nada de soldadura, es más muchas piezas que ellos regresaron por tener ‘poros’ se fueron a la pintura sin reparación”. Luego de explicar que Adriann’s de México construyó una “nave” para guardar las piezas de la base del telescopio terminadas, nuestros testigos aseguran que muchas de las piezas ya terminadas están arrumbadas en los patios, “todas oxidadas”, pues estuvieron expuestas a las lluvias pasadas, por lo que la corrosión es ya muy fuerte”.

LA SALIDA

“Si quieres seguir trabajando: ¡Así!. Si no: Ahí está la puerta muy ancha, ahí si cabes”, escuchaban constantemente los soldadores cuando se “ponían al brinco” para que les proporcionaran extractor y mascarillas contra los humos tóxicos, hasta que un día el ingeniero Gaytán les dijo: “Ya se acabó la chamba para ustedes”, y los sacó. Explican: “Nos están matando con el humo tóxico y no nos dan nada, es más hasta la herramienta para trabajar nosotros la hicimos porque nos dieron unos cinceles bien chafas, entonces nosotros nos hicimos unos de varilla”. Uno de ellos laboró 5 meses, desde el principio de la construcción de las “bases F-I que llevarán las ruedas que van a hacer que gire el telescopio”. No tiene ni un sólo papel, su pago semanal en efectivo fue en varias ocasiones prorrateado, porque “la empresa no tenía dinero”, nunca firmó un recibo ni nada. A la semana de ser despedido regresó por su pago: “Me debían 821 pesos de los días que trabaje, me dieron 400 pesos, se los dieron al policía de la puerta, me dijo: nada más te mandaron esto y ya”. A pesar de para darle el trabajo le pidieron la “hoja rosa” del IMSS, nunca recibió un documento a cambio, fue testigo de varios “accidentes de trabajo”, recuerda: “A un chavo se le botó una ‘cuña’, le pegó en la quijada y hasta se desmayó, lo llevaron en un carro particular a un médico también particular, regresó a los dos días, traía como cinco puntadas aquí por la barbilla, no le dieron incapacidad porque no lo llevaron al IMSS”. Los trabajadores que construyen el GTM, gozan sólo de media hora para comer, no los dejan salir ni siquiera diez minutos antes, “para ir a la tortillería que está muy lejos”, no hay comedor en la empresa, tampoco servicio médico, y mucho menos ambulancia, “sólo un botiquín chiquito, como de 20 por 30, con alcohol, una gasa, merthiolate y pastillas para el dolor”. Cuando van al baño: “tenemos que ir allá donde hay unos tambos y llevar agua en una cubeta, son tazas muy viejas todas sarrosas y sucias, como las de todas las empresas”.

EL OBJETIVO

Cuando el Gran Telescopio Milimetrico se termine, pesará sobre él la gran sospecha de su obsolescencia, y es que el avance tecnológico mundial no se detiene ante caprichos de mala planeación, o malos objetivos. Lejos, muy lejos de la realidad nacional, la ciencia en México está basada en una cultura añeja y encerrada en un sistema económico, político y social inculcado por el partido político que gobernó los últimos 71 años. La autoestima antepuesta al beneficio colectivo. Cuando el Gran Telescopio Milimétrico se termine, no va a ser más ligera el hambre para las comunidades indígenas, ni va a llevar mejores salarios al magisterio, ni becas a los estudiantes necesitados, como tampoco mejores aulas a las escuelas rurales. Cuando el Gran Telescopio Milimétrico se termine, unos cuantos mexicanos podrán ver el material meteorítico, los asteroides y los restos de cometas, otros tantos podrán registrar microondas del rango de las altas frecuencias. Y los americanos, dueños ya de otra parte de territorio nacional, gozarán de su edén de observación estelar a perpetuidad. La gran identidad conceptual entre la construcción de la central nucleoeléctrica de Laguna Verde y el GTM, proyecta otra vez su sombra temeraria. Nunca llegó a México el publicitado destape del desarrollo tecnológico nuclear, tampoco el bienestar para las familias, ni la masiva generación de empleos. A cambio llegaron: La absoluta dependencia del exterior, el mayor costo de producción de electricidad, y la constante amenaza sobre cientos de miles de personas de una catástrofe nuclear, entre otros. El rescate de la quiebra a la empresa vendedora de los reactores nucleares obsoletos, embargó a México, hasta la posteridad.

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