Por Mayra Carrera
Twitter: advanita
Él era un hombre de largos silencios; yo de grandes conversaciones.
Nunca me habló de grandes logros, siempre me habló de sus demonios, del color de sus miedos, de sus dolorosas decepciones, de lo frágil que era su piel y de todos sus abandonos.
Me enseñó a descubrir historias en libros que ya nadie leía, me enseñó a hablarle con tan solo una mirada, me enseñó a perdonarme, a aceptarme, a aceptarnos.
Él tenía una lucha constante con la vida, yo tenía una vida de lucha constante y fue el destino que nos unió para siempre y para nunca; fue la vida misma que nos puso uno ante el otro para que nos amáramos y después nos olvidáramos.
Él fue mar, yo fui océano.
De su río, fui el caudal.
De su música, inspiración.
De sus dolores, el alivio.
De su muerte, el motivo.
Él solo quería que lo olvidara y yo solo quería recordarlo para siempre.