Por Alicia Alejandra
Twitter: Alisless
Esas semanas tan diferentes a las otras creyó estar perdiéndose de situaciones, pensó que tal vez algo especial le faltaba a sus cansados y rutinarios días que a veces aborrecía, se olvidó de tantas cosas importantes y dejó atrás a esa persona que alguna vez disfrutaba de los momentos simples y tal vez pasó parte de su vida tratando de mejorar lo que para ella era el único motivo para sobresalir y se perdió de tantas cosas que dijo: ¡Ya basta!
Esta semana decidió no trabajar. Dedicárselo a ella misma. A consentirse, disfrutar de la mañana y el sol tibio del caluroso día. No quiso quedar con aquellos compañeros que tan lejos siente algunas veces, no se llevó el trabajo a casa ni dejó que los reproches cotidianos entraran en su mente acantonada en lo profundo, desperezándose de la rutina. No puede controlarlo todo y sin embargo no quiere controlar nada. Solo dejar que fluyan los momentos y las tonalidades del día, solo sentir levemente el susurro de sus pensamientos.
Esta semana decidió hacer, simplemente, lo que le pidiera el cuerpo que se funde en sus sentidos trascendidos de tacto, de vista, de olfato por todo lo que conlleva y le deja la mirada en la nada.
Lo que te pide el cuerpo es siempre necesario aunque no práctico y se posa suave sobre la piel en busca de caricias. Lo que te pide el alma es siempre honesto aunque no correcto y desaparece cuando lo buscas con demasiadas ansias.
Ella tiene una deuda con sus días, se las debe a su gran absurdo de seguir viendo lo blanco en negro, de acumular sus cuentas pendientes. Pero al fin comprendió que puede mirar de la manera más acertada admirando lo bueno de muchas cosas, se miró a sí misma y aprendió que puede convertirse en sus sacrificios, pero también en sus elecciones.
¿Por qué el alma no habla más alto? Quizás el lenguaje de nuestros pensamientos es ser suti como una palabra bien
pronunciada y así confiar en que la libertad y el esfuerzo por escucharlo nos haga ser más libres que nunca.
