Por: Bibiana Faulkner
Twitter: @hartatedemi
Hice una lista de mis votos matrimoniales para cuando decidamos comulgar por medio de un papel. Los hice también para leértelos a puerta cerrada mientras me dices lo mucho que me amas, lo mucho que nos amas, lo poco que toleras el matrimonio y lo poco que nos toleras cuando hablamos de matrimonio.
Los escribí para que te espantes, para que me grites y me jalonees, para que terminemos teniendo sexo desenfrenado después otra pelea sin razón; los escribí para prepararte un té y decirte con tono serio que debemos hablar; los escribí para que me sonrías aún más después de recitarlos todos; los escribí para que me digas que no y de inmediato me tomes de la mano advirtiendo un serio viaje que dure lo que duremos tú y yo.
—Te amaré con tanta fuerza que querrás romperte.
—Cuando Mateo (el gato) abandone nuestra casa, sabremos que el hogar no tiene futuro, entonces nos iremos.
—Hablaré de nuestro amor sin morderme la lengua aunque lo haga a tus espaldas.
—Seré tu silencio cuando el ruido te ensordezca, la sombra en el calor.
—Comparé caramelos, mentas, chocolates; siempre habrá en tu buró.
—Te prometo una Casiopea en nuestro techo.
—Te haré el amor también en verano, un poco más de calor no nos ahogará, te juro.
—Le pondré asfalto a la entrada de nuestra casa para que no te pierdas entre tanto césped.
—Te prometo buscar un amor con la caducidad de nuestros huesos y lo largo de nuestras arrugas.
—Dejaré la puerta abierta para cuando te sacudan los impulsos y después quieras regresar.
—Pintaré las bicicletas de rojo porque a ti te gusta más que a mí.
—Te perdonaré cuando tiendas mal nuestra cama.
—Prometo esperarte al filo de nuestra siguiente vida, así, en la puerta de entrada.
—Pegaré listones rojos en los árboles, en el asfalto, en las flores, por si olvidas el camino de regreso a casa.
—El río con el mar. Así te buscaré.
—Sólo cuando nos lastimemos más de lo que nos amamos te dejaré ir y me iré yo.
Al final escribí todo esto porque necesitaba otro pretexto para responderte a ti, a mí, a los dos, que sí, que sí me quedo contigo. Si olvidas ser feliz a mi lado nada tiene remedio, ni siquiera la tozudez. No hay letras pequeñas en el contrato, pero tengo un par de alas para cuando debamos separarnos y no nos sean suficientes los pies por los pasos tan cortos, desganados, malheridos.
Y que si rompemos una promesa sea porque violentamos el intento de caber en un mismo lugar, y fue imposible.