Crece el bullying
Jani Luna González
6 de Abril del 2011
El bullying es un fenómeno de comportamiento que se da principalmente en la educación básica y consiste en la actitud de un niño en molestar de manera permanente a un compañero en la escuela, ponerle algún sobrenombre, ofenderlo o agredirlo física o psicológicamente, anunció el doctor Antonio González Chávez, jefe de servicio de Medicina Interna del Hospital General de México.
El bullying es frecuente en niños y adolescentes donde uno quiere imponerse sobre el otro habitualmente con violencia o daño psicológico, y esto refleja lo que los niños ven en casa, por ejemplo violencia intrafamiliar; la agresión puede ser verbal, con insultos, burlas o descalificaciones o por omisión, que incluye no ser aceptado para trabajos en equipo y exclusión por sus pares en actividades escolares o deportivas.
Normalmente los agresores son niños que tienen antecedentes de violencia y muestran una actitud de poder ante un grupo -conducta que los hace sentir satisfechos-, por ello, tienden a perpetrar este tipo de comportamiento.
Son niños agresivos incluso con los profesores y no miden consecuencias, lo cual denota que no tienen una adecuada atención por parte de los padres y optan por desarrollar estas conductas de agresividad, dijo el especialista.
El agresor puede ser de dos tipos: el activo, porque directamente molesta al compañero, le pega o intimida, y el pasivo, quien busca mecanismos, a través de otros compañeros, para difundir algún rumor o chisme que incomode a la víctima; es decir, propiciar el ambiente para que el niño sea “etiquetado”.
La víctima perfecta es el más débil del grupo hablando en el aspecto físico porque en general es tímido. El agresor puede llegar a causar lesiones físicas fuertes y puede continuar así a lo largo de su vida, ya que todos lo ven normal, son personas que no entienden el significado de orden y respeto.
Para el médico González Chávez, esta situación es preocupante, ya que, indicó, “provoca bajo rendimiento escolar en las víctimas con su consecuente deserción del centro escolar y es común que busquen mecanismos para no asistir a la escuela y, para ello, somaticen enfermedades, como dolor de cabeza o estómago”.
El especialista señaló que para combatir este problema tan común en todo el mundo, deben trabajar en conjunto los padres de familia, profesores y amigos, ya que ellos están en contacto constante con los niños y pueden observar el comportamiento tanto del agresor como de la víctima y descartar que sean bromas entre los compañeros.
Explicó que muchas veces las víctimas no cuentan con apoyo de ninguno de estos tres niveles, por el contrario, el agresor ejerce miedo sobre él, la familia no lo toma en cuenta como persona y la escuela observa el comportamiento normal.
Aseguró que los niños agredidos en general son inseguros, introvertidos o con algún problema físico, por ejemplo que sea muy delgado o gordito, use lentes, tenga alguna enfermedad o malformación congénita.
Finalmente comentó que hay falta de información sobre este fenómeno para que los profesores y padres de familia aprendan a manejar cualquier tipo de circunstancias e identificar cuando ocurra bullying.
Por ello es necesario que en todas las escuelas haya campañas de información ya que es difícil que estas conductas desaparezcan debido a que forman parte de la cultura de nuestra sociedad.
Rechazo y agresión infantil
A sus 15 años y con un peso de 105 kilos, Miriam confiesa que desde pequeña ha sufrido las burlas y el rechazo de sus compañeros por ser “gorda”. Dice que al inicio si le afectaba, pero ahora ya le son “normales” las agresiones y las burlas; recuerda que en muchas ocasiones “no quería ir a la escuela por miedo y pena”.
Con lagrimas en los ojos Miriam recuerda: “le preguntaba a mi mamá ¿porque soy tan gordita?”, desde que yo me acuerdo siempre he sido así, me han visto médicos, me ponen a dieta y no logro bajar de peso”, entonces, “me he resignado a vivir así”.
Cuando era chica lloraba mucho con mi mamá, porque no tenía amigas con quien jugar en la escuela, sino todo lo contrario, me hacían muchas maldades.
María, la mamá de Miriam, dice que la gente critica, hace y dice sin saber cómo son las cosas, y aunque uno acuda a la escuela a hablar con los maestros o el director no tienen la capacidad para resolver el problemas o hablar con los papas de los niños.
Termina: “lo único que me queda decirle a mi hija es que no se deje y se defienda de aquellos niños que la lastimen”.