Por Alejandra Coral Mantilla
Twitter: @acorale (ayflaca)
Una canción que se convierte en imágenes. Imágenes que desembocan en sentimientos. Sentimientos que evolucionan a historias. Historias que son una vida. Una vida que muta en una película.
A veces pasa que escuchas una canción y quieres que tu vida suene así, quieres que tu estado de ánimo permanezca con ese timbre de voz, y que los problemas sean dolorosamente lindos como el vídeo de la canción.
Cuando el arte es entrañable, visceral. Cuando el arte cambia vidas. Cuando el arte es arte y no otra cosa. Cuando una canción, un poema, una película te alcanza. Vos corres, pero te alcanza. Te agarra de los pies, te tumba al suelo, te hace gritar, te da un par de bofetadas, te pone un espejo enfrente, y lloras. Lloras porque, al menos por un momento, conociste tus monstruos. Y tus monstruos siempre te piden más. ¿Seguirás alimentándolos?
Hoy no. Hoy escuchas esa canción, de nuevo, y te aferras a ella para sentir que el suelo es firme. Que te encontraste y que estás agradecido por eso.
La vida se trata de ser honesto. Y no hablo de ‘no robarás’. Hablo de sostener tus entrañas en una mano y no caer. El equilibrio es un arte. Y la vida es arte.