Por Tlaloc-Man
Twitter: @merodeadormty
Varios asuntos deberían de quedarse en México. Otros deberían emerger del libro que lleva consigo.
Le gustó muchísimo aquella frase en el folio que le designaron a su maleta principal: “There’s no place like home”. Le gustó tanto que el recado de despedida de su pareja se antojaba desabrido.
Para llegar a Reino Unido faltaban como 4 horas, entonces, comenzó a sumar y restar tiempos para darse cuenta de que llevaba ya casi medio día sin pasearse un cigarrillo por sus labios. La ansiedad estaba de fiesta en sus entrañas.
El libro era bueno para sus estándares. Cuando un libro llegaba a colocarse a esas alturas de sus gustos, ni siquiera doblaba una de las esquinas de las páginas para recordar dónde se había quedado, lo que hacía era poner ese separador de García Márquez (firmado por el autor) en el cual una frase aseguraba que nada de lo hecho en la cama es inmoral si contribuye perpetuar el amor; genial el colombiano.
Este día, durante el viaje, el arcoíris que emerge de sus libros se extendió hasta las afueras del avión. ¿Sería una premonición a lo que viviría en su próximo destino? Esos eran los placeres de entregarse a los derroteros nómadas.
El tipo que venía a dos lugares suyos le parecía atractivo. No importándole que la piel de él estuviera más morena que la de ella. Tenía pinta de ser fanático del rock pesado por las botas, por la cabellera negra, por la mano tatuada, por la playera de Iron Maiden; todo encajaba en su deducción, solo que la música que escuchaba era de Muse. Un perfil psicológico moderno, es decir, ecléctico. El alma del servidor de satanás no era del todo obscura.
Llevaba puesta una playera negra con letras moradas: Arctic Monkeys, se leía. Lleva consigo varias canciones del grupo. Recordó la tarde el día anterior donde el juego en el cual emulas tocar una guitarra, le brindó un montón de desasosiego. Las canciones que mejor tocó fueron las de Alex Turner.
Antes de aterrizar a aquella ciudad de Inglaterra, los Beatles aparecieron en su repertorio personal de música. La melodía fue compuesta por Lennon, pregonaba sobre cierta madera de Noruega. Ella era madera mexicana (de la buena), y entre más leía, más encontraba significados a cada color del arcoíris que emergía de los libros. Si seguía con ese ritmo de lectora caníbal, descubrirá pronto que ser sexy le devuelve premoniciones y que ir a Inglaterra a reconocer nuevos acordes trae su recompensa.