Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita

Tú, que llegaste. Que volaste, ignoraste, escondiste, evitaste; tú, que te perdiste en tu pequeño planeta y no viste el universo que yo tenía para ti. Yo, que te destrocé en un par de horas.

Tú, que también perdonaste.

Yo, que te herí. Tú, que callaste. Yo que te sostuve y te abracé fuerte para que no perdieras tu alma, tu ser y la honra. Tú, que no me escuchaste. Yo que no te miré.

Tú, corazón tendido al sol, que te llevaste un golpe en tu cuerpo gracias a mí.

Tantas promesas que te cumplí, tantas que tú cumpliste… a medias. Yo, que besé tus manos. Tú, que golpeaste inconsciente de noche e ignoraste consiente de día. Yo, que te observé mientras dormías y te dije te quiero al oído cuando tu cuerpo estaba tendido bajo los efectos de la libertad, esa misma libertad que nos unió para siempre y para nunca.

Tú, que me abrazaste de pronto y dijiste te amo en medio de gente que no conocíamos; y yo que hui para no ser una carga. Yo, que di vueltas para dejarte ser libre. Tú, que nunca supiste adonde yo fui. Tú, que me dejaste cuando más te necesité. Yo, que tomé con cariño tus pies.

Tú, que escuchaste a mi demonio, lo observaste y callaste. Yo, que te presté mi mundo. Tú, que me confiaste tu vida entera. Yo, que te quise; tú, que en el momento no lo sentiste.

Yo, que con mis labios quise curar tus heridas del cuerpo. Tú, que se lo diste a muchas más. Yo, que soy tu amiga. Tú, que eres mi amigo; tú, que hiciste promesas que no vas a cumplir. Yo que te creo. Tú que ya no estás aquí.

Yo, que te extraño. Tú, que no tienes tiempo ni para eso. Yo, que volví a escribir… gracias a ti. Tú, que me diste un motivo. Yo, que me fui infiel por serte fiel a ti.

Tú, mi corazón tendido al sol; que eres de todas y a la vez de nadie; que entre tú y yo no existe el reloj, pero si el tiempo que estuvimos bajo una tormenta echados en un sillón, cuando yo tenía el arrepentimiento saliéndose por mis poros y tú luchando con tus recuerdos tratando de perdonarme. Yo, que quise darte el corazón; tú, que lo tendiste al sol.

Tú, que no abandonaste; tú, que permaneciste y, aunque ausente a las horas, te viví, te observé, te acaricié y abracé. Yo, que lloré. Tú, que fuiste mi risa y mi todo; tú que seguiste mis pasos. Yo que me quedé detrás a tu apresurado andar.

Tú, que me ocultaste; yo que hice lo contrario. Tú, que a momentos me diste la espalda, dormido o despierto. Yo, que te abracé con mi pecho y caí contigo. Tú, que llenaste de humo mi espacio; yo que te hice uno grande en mi vida. Tú, que me abrazaste con todas tus fuerzas; yo, que guardo ese abrazo anclado en la espalda.

Tú, que me elevaste más allá del cielo, que me levantaste, soportaste mi peso y me diste vueltas en medio de una ciudad ajena; tú, noble caballero que tiene el don de perdonar.

Tú, mi corazón tendido al sol, sabes que al final de Mil Caminos, decido, te sigo y, aunque En remolinos, porque Todo Cambia, Solo le pido a Dios que El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí. Y aunque estamos Separados, Esto es el mar.

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