Por Camilo Villanueva

Twitter: @LetraSilenciosa

 

La noche transcurre más lento que de costumbre. El silencio amenaza con desvanecer todo el rastro de ruido que aun después de cerrar las ventanas y puertas se escucha; de vez en cuando acepta una canción con melodía nostálgica que haga fondo (no muy alto, que se logre escuchar el eco de lo que piensas). Entonces me pregunto: ¿A dónde se fue aquel aliento de vida que me sostenía, me daba fuerza y me abrazaba cuando más solo estaba? ¿A dónde se fue la magia de las cosas que solíamos hacer juntos? ¿Por qué ahora camino con las manos sueltas y con nuestros corazones distantes? No menciones a la muerte; he conocido personas débiles que siguen queriéndose a pesar de la distancia y tú pareces haberme olvidado. Pero no te juzgo, solo que a veces me pregunto tantas cosas y no hay nadie que me responda. Si así es la soledad, renuncio a ella, no la quiero, es más, ahora mismo la dejo ir. No quiero seguir ocultando sonrisas por unas cuántas lágrimas que no te harán volver. Sin embargo, seguiré escribiendo porque vale la pena decirte que todavía te quiero, te espero y mantengo la esperanza de volver a vernos, que me digas que todo saldrá bien y te crea porque tu voz dibuja seguridad cuando la necesito. También porque sueño con que estemos como la última vez que pude sentir tu presencia: estábamos frente a frente en una habitación de una de las tantas clínicas de la ciudad, llevabas tu mejor atuendo de seguir viviendo, yo traía una poesía en la mano que había escrito unos pocos días antes. La leí, tú sonreíste y te seguí. Esa también fue la última vez que sonreí y te abracé creyendo que volveríamos a vernos al llegar a casa, pero nunca llegaste.

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