Por Citlalli Toledo
Twitter: @Citlalli_Toledo

 

 

Mientras escuchaba a Ricardo Cocciante cantar “Ahora desnúdate, sabes hacerlo bien, pero promesas no, que ya no caigo más”, recordé la siguiente historia…

 

Patricia se enamoró de él; se conocían hace algunos meses, pero la convivencia era diaria, no como compañeros de trabajo, ni como amigos, sino como algo más: una pareja, tal vez, sin llegar a tener ese título ante los demás.

 

Su relación duró exactamente un año en el cual hubo más pasión que amor; las tardes y las noches en las que se reunían a conversar, reír, tomar unas copas, o convivir con amigos que tenían en común se convirtieron en horas de placer sexual, visitas continuas a hoteles de paso, besos, caricias, un poco de cariño por parte de él, amor por parte de ella.

 

Después de un tiempo, todo se volvió monótono y la separación era inevitable, el poco cariño se agotó, el amor estaba desgastado, el deseo ya no era razón suficiente para seguir viéndose y entendieron que lo mejor era salir de esa situación. Llegaron al acuerdo de no llamarse, no enviarse mensajes, en fin, evitar todo tipo de comunicación entre ellos. 

 

Pasaron 6 meses y ambos sintieron la necesidad de verse, así que para recordar viejos tiempos, saliendo del trabajo él pasó por ella y se dirigieron a uno de los tantos moteles que visitaron. Él con el firme propósito de reconquistarla, ella solo con la intención de pasar un rato agradable.

 

Llegaron al lugar que mejores recuerdos les traía, al que alguna vez ella llegó enamorada con la diferencia de que en ese momento solo iba por mera costumbre con la persona que para ella ahora solo era un buen recuerdo con la necesidad de saciar ese deseo que le despertó el volver a verlo, pero sin amor.

 

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