Por Yovana Alamilla
Twitter: @yovainila
He escuchado en muchas ocasiones que uno de los momentos más incómodos es cuando están cantándote las mañanitas porque no sabes qué hacer cuando esto pasa: no sabes si cantar, tararear, poner cara de tonto, o esperar estoicamente hasta que terminen y aplaudir al final.
Mi cumpleaños fue hace unos días y desde que me acuerdo, cada que están cantándome que nací el mismo día que nacieron todas las flores sonrío y me pongo a pensar en cuál será mi deseo de cumpleaños. No sé si ustedes tengan la costumbre de pedir un deseo y después apagar las velitas al término de la famosa canción, pero en mi familia así se estila y así he venido haciéndolo desde que tenía 3 años.
No, que yo recuerde nunca se me ha cumplido ninguno de los que he pedido; y ahora que lo pienso ni siquiera sé a quién estoy pidiéndoselo, ¿será al también famoso Rey David? No sé, pero quien sea que los cumpla nunca se ha apiadado de mí. Aún así nunca pierdo las esperanzas y cada año vuelo a cerrar los ojos y vuelvo a pedir un deseo a ver si este año sí.
No me acuerdo de los 18 deseos que he pedido a lo largo de mi vida –descontando los otros tres que supongo que no pedí porque ni consciencia tenía, y si sí pedí pues menos me acuerdo– pero sí recuerdo algunos: cuando tenía 15 años pedí que ninguno de mis chambelanes se equivocara en el vals, cosa que gracias a mi primo Toni, no pasó; a los 17 pedí poder estudiar Letras Hispánicas y ni siquiera me dejaron presentar el examen; más tarde, a los 19, pedí que se abriera la licenciatura en español en la normal oficial de Guanajuato y aquí me tienen en una normal privada.
Este año seguí sin perder las esperanzas y volví a sonreír mientras pensaba en cuál sería mi deseo de este año durante la canción que amablemente me dedicaba mi familia. Me puse a pensar y descubrí que en realidad no había mucho qué pedir.
«Tengo salud; no puedo quejarme del dinero; mi familia está bien; tengo amigos; mis calificaciones van bien; en el amor… ah, eso. ¿Pero, usar un deseo de cumpleaños en eso? ¿En serio, Yovana? No.
Así que decidí que este año mi deseo de cumpleaños no sería para mí, este año pedí solamente que él estuviera bien, conmigo o sin mí, pero bien. Y quién sabe, tal vez pase como en la película «Bedazzled» y al ceder mi deseo este rompa con la cadena de deseos no cumplidos y por fin se haga realidad.
Ojalá, de corazón, ojalá.