Por Tlaloc-Man
Twitter: @merodeadormty
Cuentas con una opinión genuina sobre temas de política del país que te da esa nacionalidad. Al menos te alcanza para ir más allá del espectro de lo que informan los mass media. Sí, sabes hablar, preguntar, informarte y elucubrar bastante bien.
De pie esperas mientras está llegando el momento donde se declarará una decisión que todo el país ha estado esperando desde hace ya varios meses. No puedes dejar de sentir un flagelo de melancolía.
Tienes a un hombre detrás de ti de un apellido japonés que significa montaña. Sentado en un sofá desgastado, con la camisa abierta y con su boca besando suavemente tus muslos, entre beso y beso pronuncia frases que apenas alcanzas a distinguir, ya que estás más concentrada en la funesta noticia de que el partido del cual fuera militante tu padre habría vuelto a ganar la presidencia del país.
No lo crees, no lo creen millones.
Llevas una mano a tu boca en franco ademán de incredulidad. El hombre continúa con parte de su rostro entre tus muslos y hace que te levantes más la falda hasta que queda totalmente arremangada en tu cintura. Tus dos manos fueron a cubrir tu pubis.
Yama no tomó en cuenta que te pintaste algunos cabellos de color dorado. Fueron pocos y pasaron desapercibidos por ese hombre que ha sido tu compañía desde hace dos semanas. Claro que tomas en cuenta que no te ha dicho nada al respecto y no lo hará. Eres mujer y como a muchas, les gusta oír que se ven bellas y que cualquier cambio en su aspecto les va bien.
La Torre Eiffel a menos de un kilómetro, con un idioma que es complicado para ti, debes de pronunciar esas palabras que te han hecho memorizar mientras que Yama ha terminado por quitarte la ropa interior y ha comenzado a pasar sus labios por tu monte de Venus.
Je sais pas ce que c’est. Non je veux pas discuter. Peut etre c’est l’amour.
Sueltas un gemido. Tus piernas perdieron vigor y ya no están totalmente tiesas. Para seguir al tanto de la noticia que acaba de sacudir no solo a ese país de mundos subyacentes donde naciste, sino a varias naciones de todo el planeta, dices a tu amante que vuelva a besar debajo de tu cintura pero por atrás. Y hace caso.
En camino al éxtasis que las caricias y besos que Yama está produciéndote, una remembranza de un exnovio se pasea por tu memoria. La lluvia, el amanecer gris, el olor a cigarro y sobre todo la retórica política es la que te hace creer que él debe de estar conmocionado igual que tú y te preguntas qué debe de estar haciendo en ese momento.
Arqueando el cuerpo, ya no puedes evitar que quien te ha despojado de ya casi todas tus prendas empiece la penetración. Te lleva a la pared más cercana. Las manos de ambos están recargadas: las de él sobre tu cintura, las tuyas sobre la pared que posee cuadros de diversas actrices europeas.
Je sais pas ce que c’est. Non je veux pas discuter. Peut etre c’est l’amour.
La penetración termina. Tú cuello escurre sudor y el flagelo de melancolía sigue haciendo estragos dentro tuyo. Dices en voz muy baja:
I love you, tu me manques.