Evidencia para las políticas
2000: el año del cambio
Las “bolsas” del sector salud en la perspectiva
del “equipo” foxista de “transición”
Gustavo Leal F.*
Parte XVI
Primera. La gama de expectativas que se depositaron en el “nuevo” gobierno. A mi manera de ver, ellas se resumen en la esperanza de que se dejara de hacer la política de la no política. Fue patente el deseo de que el gobierno haga por los enfermos; que se comprometa seriamente con ellos; que deje de escudarse en el discurso preventivista de bajo costo y diseñe políticas genuinamente sanitarias. Por ejemplo, los Programas Prioritarios de la SSA deben ser ajustados al perfil de salud real de la población y no seguir normándose desde una teoría “de ordenador” como la de la “transición epidemiológica”. El King´s Fund, influyente think-tank del Reino Unido, acaba de poner un ejemplo oportuno: ha reconocido que los correctivos laboristas a las políticas sanitarias del tatcherismo, pueden tener muchos problemas, pero portan una virtud: han vuelto a centrar todo desde y para el paciente. También el discurso vaticano reciente apunta en una dirección similar. Y vaya, hasta el Cardenal Norberto Rivera ha resaltado en México que “la procuración de la sanidad es responsabilidad de los Estados”.
Segunda. Estaba en juego la capacidad del gobierno del “cambio” para rearticular la lastimada cohesión social que legaron los últimos tres sexenios priístas. Si los intereses que ahora constituyen el foxismo sanitario2 se logran imponer al sentido del mandato de los electores el 2 de julio del 2000 -y todo parece indicar que lo están traicionando y despreciando consistentemente-, se habrán perdido otros seis años que, dado el estado y los problemas de calidad del Sistema Nacional de Salud, pueden ser definitivos. Después de 18 años de soberonismo priísta (1982-2000), en el sector salud hay poco margen para la política de la no política. Basta revisar el crecimiento de la medicina asociada a los trabajadores en condiciones de informalidad.
Tercera. Se estima que la aportación económica de las Instituciones de Seguros Especializadas en Salud (ISES) podría llegar a representar, relativamente pronto, hasta el 2 por ciento del PIB. Siguiendo las Cuentas Nacionales, la cifra casi igualaría el gasto público (estimado también en 2 por ciento durante 1995), que reúnen IMSS, ISSSTE, SEDENA, ISSFAM, PEMEX y la SSA.
El monto, administración y destino de esa bolsa que componen los fondos públicos son, en más de un sentido, sumamente atractivos. Si toda esa masa de recursos privados y públicos, fueran puestos al servicio de un sistema único, sustentado en prestadores autónomos que, como en el caso de las ISES o las Administradoras de Salud, son empresas constituidas ¿quién sería capaz de regular aquí lo que en ninguna parte del mundo (salvo tal vez Holanda y con problema) ha logrado hacerse funcionar en favor del paciente “comprador”? Sucede regularmente lo contrario.
Eso es lo que está en juego. ¿Quién garantiza que no abordaran torturadores al estilo “Cavallo” al sector salud? Especialmente si lo “regula” un Herminio Blanco o un Guillermo Ortíz. como en el caso de la privatización bancaria. Y ya tenemos un problema a la puerta: las ISES son “reguladas” por la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas (CNSF). La materia de salud, que es su giro, tan sólo es “supervisada” complementariamente por la SSA.
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
1 Entrevista a Gustavo Leal. Masiosare, Suplemento Dominical de La Jornada, 10 de septiembre, 2000.
2 Julio Frenk y la Organización Mundial de la Salud de la Dra. Brundtland; Santiago Levy, el Banco Mundial y las “lecturas” puramente “financieras” de la seguridad social como la de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); Benjamín González Roaro en su calidad de representante de la Maestra Elba Esther Gordillo y el priísmo madracista así como el sanitarismo panista que encabezaba Carlos Tena, ahora en la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed).