Por Bibiana Faulkner
Twitter: @hartatedemi
Comenzamos hablando de las cosas más estúpidas y simples —que son las que más ruido hacen—, también de las que teníamos en común, por eso nos enamoramos.
Tengo postergando este texto desde la primera vez que supe lo que es tener una ex pareja.
Decidí escribir hoy porque vivir con fantasmas es la peor idea que pudo ocurrírsele al hombre jamás.
Porque hay palabras que se callan para no parecer obsesivos.
Porque escribirle al pasado que se arrastra —no por sí solo, sino por culpa de nosotros— me hace pensar en los abandonos y siento como si revivieran y de verdad que con una vez me bastó para comprenderlos, verdad de Dios.
Porque la música no tiene la culpa de sufrir la venganza de los recuerdos que arrastra —no por sí sola, sino por culpa de nosotros—.
La verdad es que la única razón por la que no estamos juntas/juntos es porque no supimos cómo hacerlo, pero no está mal porque lo intentamos e incluso cuando sabíamos que nos aferrábamos, nos besábamos las manos para pedirnos perdón anticipadamente por todas las veces que nos equivocaríamos en nuestro afán por no dejarnos.
Busco mi redención y mi honorabilidad mientras escribo porque esta será la única muerte digna que puedo darles después de tantos meses o años asediando mi paladar con nuestras historias, después de echar tantas culpas, después de decir a algunos que son unos perros del infierno, después de no querer hablar de ustedes, después de decir cuánto les amé y les detesté, después de mentarles la madre por la espalda, después de todo, pues ya qué.
Antiguos amores míos: si ya no hablamos ahora es porque no funcionaremos como amigos, porque no podemos, porque nos creemos muy valientes, porque somos tontos. Hay relaciones que se rompen para siempre, y no está mal, a veces para encontrar el equilibrio es necesario prender fuego a la casa consigo dentro, quemar todo en silencio. El amor puede romperse en la más abundante quietud; lo moribundo gusta de lo efímero.
Fuimos estupendos y espléndidos, nos creímos invencibles, nos besamos muchas veces, nos extrañamos más, nos odiamos en silencio y nos gritamos en los aeropuertos que nos esperábamos, nos regalamos flores y nos emocionábamos cuando nos desnudábamos. Y nos lastimamos más, el triple de todo lo demás, por eso, mi antiguo amor, te escribo para matarnos sin hacer ruido.
Ríanse de esto, digan que no entiendo, que nunca entendí nada, díganme que soy una hija de puta, no pasa nada, ¿en qué momento se me ocurrió pensar que si yo me decía a mí misma que lo era, otra persona no me lo diría?, digan que planeé nuestro rompimiento en cada uno de nuestros aniversarios, pregonen sus sentimientos hacia mí, si son de lástima o de añoranza, no importa. Para dormir tranquilo, uno tiene que creerse, a veces, sucesos que nunca existieron. Grítenme porque las palabras atoradas en la garganta arden incluso cuando ya están afuera, verdad de Dios.
Decidí que cada que me pregunten por alguna/alguno de ustedes, el que sea, diré que nos quisimos más de la cuenta y por eso no sobrevivimos, que el mundo no estaba listo para nosotros porque era una tierra muy joven y nosotros éramos muy viejos; no espero ser correspondida porque tal vez no lo merezco por todas las veces que me comporté como una tonta haciéndote llorar.
Escribo porque, antiguos amores, ya no los quiero, porque ya me perdoné y los perdoné y nos perdoné más de tres veces. Nos perdoné tanto que si ustedes no pueden, me atrevo a decir que ya lo hice en su lugar.
Y porque si bien habrá cosas que nos unan para siempre, habrá otras más grandes que nos separen también para siempre.