Por: Carlos LM
Twitter: @bigmaud
El mal humor recorre las calles. Va por ahí como la gran nube invisible. Ha invadido los pasillos, las habitaciones e incluso algunos baños. Su víctima preferida son las personas. Se busca espacio en los cuerpos a través de las conversaciones u otros tipos de contacto.
La parte del contagio es aterradora. La transmisión se presenta de forma sencilla y contundente. Pocos han conseguido librarse. Quienes padecen el mal terminan por manifestar conductas agresivas caracterizadas por la comunicación con base en gritos o el uso reiterado de insultos. Otros síntomas provocan que se estacionen enfrente de cocheras, escupan a flores, golpeen a vagabundos, tiren la basura en el río e ignoren a quienes necesitan ayuda. Lo paradójico es que sus víctimas, lejos de renegar esta clase de comportamientos, deciden incorporarse al movimiento de calamidad. Una resignación en cadena gracias a la cual han surgido miles de malhumoradosmás.
Una vez desarrollado, el padecimiento resulta complicado de curar. Hasta ahora solo se conoce una forma de tratarlo, pero solo funciona en fases tempranas del contagio. Por ello se debe actuar rápido. En cuanto se ha tenido contacto con un malhumorado, es necesario acudir con un buenhumorado. Así se compensan los sentimientos. Ya con el equilibrio a cuestas es posible reintegrarse a la normalidad que no es más que el riesgo latente de volver a caer en el infierno.
Los malhumoradosabundan. Se encuentran en cada esquina y no dejan de propagarse. Es posible que la mayor parte de quienes lean este mensaje sean parte de ellos. El propósito es decirles que quizás aún no sea demasiado tarde para alcanzar la salvación. Si usted no ha golpeado el monitor o aventado la computadora por la ventana, acaso la nube maligna aún no penetre todos sus huesos, que alguna porción de su pulmón izquierdo conserve cierta bondad. Si es el caso, siga por favor la siguiente operación.
Primero respire hondo. Cuente hasta el cien. Valore cada número. Lance una bendición a la belleza del 9, arrodíllese ante el 42. Abandone el lugar en el que se encuentre y acuda a una de las casetas de información que tenemos instaladas a lo largo de la ciudad. Ahí encontrará un listado con los nombres y direcciones de algunos buenhumoradoscercanos a la zona. Elija a uno para ir a visitar. Será recibido con total encanto.
Reconocerá a estos filántropos gracias a una serie de claras señales: sonrisas, amabilidad, cariño. En ocasiones son algo tímidos por el temor a que un malhumoradolos envenene. Pero si usted se acerca pacíficamente será recibido con los brazos abiertos. No se sorprenda si de pronto sueltan palabras llenas de cordialidad, no se tratan de seres desequilibrados que necesiten de un ajuste mental: por el contrario, son espíritus limpios al nivel de un recién nacido que aún no se ve contaminado por su entorno.
Una vez que haya convivido con un representante de esta especie, pase media hora con él. Verá cómo poco a poco su tranquilidad regresa. Sentirá un gran alivio con el cual podrá regresar a casa con su familia. Usted ha vuelto a ser un buenhumorado. Demuéstrelo deseando prosperidad a los desconocidos que encuentre por la calle. Propague las palabras de amor. Y únase a nuestra base de datos. Lo necesitamos para hacer de este mundo un lugar mejor.