Por Alicia Alejandra

Twitter: @Alisless

 

Cuando la vida empieza a descontrolarnos, cuando me hago consciente de circunstancias que se levantan como muros delante de mí, empiezo a pensar que me hace falta cambiar de perspectiva. Y cuando hago una pregunta sé que llegará la respuesta, puede ser en minutos o en algún tiempo.

Tenemos la tendencia en general, digo porque hay excepciones a creer que nuestra manera de sentir y vivir depende de otros, las opiniones sí influyen, ¿pero por qué a veces le damos importancia a algún comentario que tal vez no sea bueno para nuestras decisiones?

En esa pregunta entra la limitación, nos sentimos invadidos de tantas dudas que atormentan nuestras acciones; cuando se crea el vacío no tarda en llegar el sinsentido… y el buscar sin hallar, esa búsqueda que termina descubriendo que lo buscado ya se poseía, pero, ¿quién nos ayuda a descubrir que todo lo que nos llena lo llevábamos adentro? O tal vez pensar que dentro de esas limitaciones, existen algunos dones que de una u otra manera encontramos o definitivamente aprendemos porque no quedaba de otra.

Un caso curioso es de una persona llamada Brad Cohen, quien cuenta su vida en un libro llamado “Front of the class”. En propias palabras él escribe: “Cómo el síndrome de Tourette me hizo el maestro que nunca tuve”. Fue ese momento en que él comprendió que su limitación le había dado un don.

Creo que el principal obstáculo es reconocer que somos nosotros los únicos responsables de nuestra felicidad, de guiar nuestra vida, de ser felices, pero no a través de una felicidad que se trata de forjar a través de elementos o circunstancias externas que al final no solo no podemos muchas veces controlar, sino que realmente es una carga grande el tratar de hacer a otros responsables de nuestra dicha, que a la vez nos eximimos de nuestra propia responsabilidad.

Y es que tal vez la felicidad no es la finalidad propiamente, más bien es una consecuencia de una forma de vivir la vida, es una serie de acciones que se cultivan. El hecho de saber que podemos realizar todo lo que queramos y saber también que cualquiera puede hacer lo que haces, pero nadie lo hará como lo haces tú.

Y finalizo con esta pregunta: ¿Por qué temer? “El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada”, decía Goethe.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here