Por Citlalli Toledo
Twitter: @Citlalli_Toledo
Tengo la extraña manía de guardar —en mi bolsa o cartera— envolturas de dulces, tickets, volantes, papeles en blanco o con algún escrito y un sinfín de curiosidades (que para mí son importantes, ya sea porque alguien me lo dio o por el simple hecho de recordarme algo o alguien) que cualquier persona desecharía inmediatamente.
Abrí mi cartera buscando un papel, entonces me di cuenta que parte de mi vida, de mis recuerdos, estaban ahí dentro.
Necesitaba algo en lo que pudiera anotar la dirección y el número de teléfono de una persona, entonces tomé el primero que vi, lo extendí y en cuanto vi de qué se trataba lo doblé y de inmediato lo regresé a mi cartera.
Se trataba de la nota de un hotel de paso, motel, cuatro letras, o como gusten llamarle a esos lugares, la cual inevitablemente hizo que recordara ese apasionado episodio.
Esta vez no escribiré mucho al respecto, pero debo decirles que, sin lugar a dudas, ese día entendí que, hacer el amor no siempre se trata de sexo, uno puede hacerlo sólo con la mirada, como lo dije alguna vez, desnudando un alma y no un cuerpo. Asimismo, entendí que no es muy conveniente intentar llenar un vacío existencial con sexo, porque se corre el peligro de caer a un abismo.