Por: Karen Cervantes
Twitter: @karencitoww
“Si perdemos, continuaremos siendo el mejor equipo del mundo.
Si ganamos, seremos eternos”.
—Pep Guardiola.
No es ningún secreto que en nuestro país el deporte es muy lucrativo, especialmente el fútbol.
En esta ocasión me centraré por completo en el fútbol, para ser más precisos, en la Selección Mexicana.
Por lo general, las personas de pantalón largo son quienes menos conocen del deporte per se; aun así, son los que toman las decisiones más importantes que determinan su futuro. Mal hecho. En México se ha perdido la verdadera pasión por el fútbol y ahora se han involucrado miles de factores externos que preocupan más que el deporte en sí.
Como amante del fútbol, creo que la crisis principal del fútbol mexicano radica en varias cuestiones; la primera es que ya no se siente la playera, ni el amor por defender y representar una Selección Nacional; como mencionaba antes, se anticipan los intereses de televisoras, patrocinadores y equipos.
Señores, NO ES A FUERZA; si no vamos al Mundial, ni modo. Espero no ser linchada por ese comentario, ni me tachen de malinchista, solamente creo que a fuerza ni los zapatos entran. Yo concibo a la Selección Mexicana como un niño que debe de ser castigado y sin ese castigo no aprenderá la lección.
Con gran convicción pienso que el castigo de la Selección debería de ser el no ir al Mundial por las malas decisiones y por la falta de carácter en los dirigentes y jugadores. Si la Selección consigue obtener su pase para Brasil, olvidaremos con mucha facilidad que cada cuatro años sufrimos con el alma una eliminatoria que, para ser los “Gigantes de la CONCACAF”, deberíamos sacar a flote con los ojos cerrados. Y tampoco se trata de ir a un evento de gran categoría a dar lástima, para eso, seguimos con nuestros partidos en contra de los equipos de la zona.
En los últimos partidos de nuestra flamante Selección, no he hecho cosa que no sea enojarme y captar las señales del universo como un pase de México a la Copa del Mundo —aunque no entiendo por qué—, pero especialmente en los últimos dos sentí mucho, muchísimo coraje al ver la reacción de los jugadores de Panamá cuando quedaron eliminados: todos y cada uno de ellos estaban destrozados, llorando, pues en verdad pelearon, sintieron y sudaron su playera hasta el último minuto, aunque el fútbol no les alcanzó.
Por otra parte, tenemos a los jugadores mexicanos: en el campo, en la banca y en el cuerpo técnico, inexpresivos y jugando con el destino, esperando a que en el último momento se suscite un milagro.
Yo, al igual que la mayoría de mexicanos, creo que merecemos una mejor Selección.
Ahora la FEMEXFUT ha decidido acudir al último recurso: Miguel Herrera, porque claro, con el niño ahogado hay que tapar el pozo (uno muy pero muy hondo). Y con esto suceden dos cosas a mi entender: la primera es que están quemando una carta muy importante para el siguiente ciclo mundialista y la segunda es que están terminando con una campaña excepcional del equipo al que dirige (El Club América); el mensaje que yo percibo es “Manden al demonio la liga con tal de salvar a esta Selección sin alma ni corazón.”
El otro día escuché a un comentarista que decía: “América es lo que menos importa ahorita, lo importante es rescatar esos 600 o 700 mdd que se perderían si México no va al Mundial”.
A eso me refiero exactamente, el fútbol mexicano hoy se trata de dinero en su totalidad. Con jugadores que se creen estrellas y que simplemente no valoran jugar en la Selección porque ya son considerados ídolos en Europa y los alabamos por razones equívocas, necesitamos gente que esté en la Selección porque quiere defender los colores, que sienta la playera y esté orgulloso de representar a su país, debemos parar de rogar que asistan a una convocatoria, cuando son ellos los que deberían de pelearse y sacar sus mejores armas para convencer al técnico y ser convocados.
Los que amamos este deporte esperamos acciones y medidas drásticas, pero sobre todo esperamos que rueden las cabezas de las personas que hacen todo menos ayudar el fútbol mexicano y que desafortunadamente están a la cabeza de este sistema tan defectuoso que está llevando al deporte más popular de México a una de sus mayores crisis.