Estados Unidos: El caos
Guerra nuclear vs Guerra biológica

Valentín Cardona
15 de octubre de 2001

 

No es la primera vez que la sociedad estadunidense vive presa del terror y del pánico derivados de la política imperial asumida por su gobierno.

Luego de los arteros ataques con bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki -que causaron en segundos la muerte de cientos de miles de personas-, el gobierno de los Estados Unidos se dedicó a "preparar" a su pueblo para enfrentar ataques nucleares de otras potencias mundiales, hasta que la sociedad vio, como cosa normal, una guerra nuclear.

La llamada "Guerra Fría", caracterizada por la construcción masiva de armamento nuclear, llevó a los Estados Unidos a construir una basta red de refugios nucleares (shelters), a lo largo y ancho del país. Se elaboraron y distribuyeron cientos de miles de folletos y manuales, donde se explica -a la población-, cómo protegerse de la temida lluvia radiactiva (fallout), proveniente de las explosiones nucleares.

También, proliferó la industria de los detectores y medidores de radiación, de los que se decía –y dice-, que "pueden salvar tu vida".

Más tarde, la construcción de refugios e instrumentos encontrarían otra aplicación; servir como apoyo ante posibles "accidentes" en una o varias de los cientos de plantas nucleares que existen en los Estados Unidos.

Pero el 11 de septiembre, la sociedad estadunidense experimentó en carne propia el terror y el pánico de lo que nunca creyeron posible, aviones comerciales en vuelos de rutina, y con pasajeros a bordo, fueron usados como proyectiles y lanzados contra el corazón financiero y militar de los Estados Unidos. El mismo día, se dio la alerta máxima sobre posibles ataques con "armamento" químico y biológico.

Paradójicamente, mientras se mantenía a la población "preparada" para una guerra nuclear, los ataques bacteriológicos no estaban previstos en el plano de la inteligencia estadunidense, y mucho menos en el de la población.

LA GUERRA NUCLEAR

"La exposición a altos niveles de radiación, puede causar náuseas o la muerte. Como la gente no puede ver, oír, oler, probar o sentir la radiación, esto sólo sería posible si tuvieran a la mano un instrumento que les permitiera ver si los niveles de radiación a sus alrededores son peligrosos".

El párrafo anterior se desprende del manual "Seguridad Radiológica en Refugios Nucleares", editado en 1983 por la Agencia Federal de Manejo de Emergencias de los Estados Unidos (FEMA), por sus siglas en inglés.

El manual, es una guía para protegerse de la radiación emitida por explosiones de bombas atómicas, en una hipotética guerra nuclear.

La FEMA advierte:

Este manual está escrito para seguridad radiológica en refugios nucleares en áreas que no serían afectadas por los efectos primarios de armas nucleares como la explosión, el fuego, y la radiación inicial.

Y desde el prefacio, el manual prepara a los lectores:

En una guerra nuclear, más del 90 por ciento de la superficie de los 48 estados que conforman a los Estados Unidos, sería cubierta con lluvia radiactiva que podría llevar radiación peligrosa a personas desprotegidas por un período de varios días, antes de que la radiación decaiga a niveles menos peligrosos.

Así, preparar a su población para una "eventual" guerra nuclear, costó al gobierno de los Estados Unidos miles de millones de dólares, y tardaron, cuando menos, 30 años. En efecto, información en poder de Imagen Médica indica que los primeros manuales de seguridad radiológica se difundieron entre la población en la década de los años sesenta, fechas en la que se dio inicio a la construcción masiva de refugios nucleares, también conocidos como "bunkers".

Hoy, existen en Estados Unidos cientos de refugios nucleares provistos de modernos dispositivos de detección de radiación, que son vistos por la gente como algo "natural".

LA GUERRA BACTERIOLÓGICA.

A diferencia de la guerra nuclear y sus efectos, la población estadunidense no había sido "preparada", y mucho menos informada sobre la llamada guerra bacteriológica (biological warfar) por su gobierno, razón por la que luego del martes negro, el terror y el pánico han encontrado presa fácil en el pueblo norteamericano.

Al igual que la radiación, los agentes químicos y bacteriológicos no pueden ser detectados por los sentidos del cuerpo humano, es decir; no se pueden ver, oler, oír, probar o sentir, sino hasta después que se han inoculado o causado estragos al organismo.

El terror se extiende, porque para detectarlos se tiene que acudir a una simple receta: "Ya enfermo: visite a su médico".

En efecto, no existe como en el caso de la radiación, un instrumento que indique la presencia de virus, bacterias o químicos nocivos en los alimentos, el agua o el aire; se tiene que recurrir a estudios de laboratorio de las personas, lugares o cosas donde se sospeche que existen.

Tan es así, que el número de casos de ántrax en los Estados Unidos –que supera los 14-, se fueron descubriendo luego de la muerte de la primera persona contagiada en Florida; y a diferencia de los costosos misiles dirigidos y bombas con amplia capacidad destructiva, la guerra bacteriológica se puede iniciar a nivel casero y sin necesidad de ser dispersadas por artefactos explosivos.

La sicosis generada por la presencia de ántrax en algunas ciudades de los Estados Unidos se incrementa luego de los brutales ataques contra Afganistán -como represalia a la protección que brinda ese país a Osama Bin Laden, presunto autor intelectual de los ataques al corazón del imperio-, por lo que, dirigentes del mundo islámico, han aprovechado su poder de convocatoria para instar a todos los pueblos islámicos del mundo a "atacar con todo" intereses del país encabezado por el "terrorista" George Bush.

Pero Estados Unidos, ciego y sordo ante las raíces del terrorismo, sigue sembrando -con su guerra-venganza, que oculta misteriosos intereses-, las nuevas semillas de terrorismo que habrán de cosechar las generaciones futuras, y no sólo eso, hoy, el miedo a la guerra bacteriológica se ha extendido y causa estragos en diversos países del mundo, México entre ellos; quien a través de Vicente Fox –y sin previa resolución del Congreso-, se comprometió con Bush a luchar "codo a codo" contra el terrorismo, y a quién ofreció, además, "todo el petróleo que necesite".

Y como ejemplo, el lunes 15 se recibieron en diversos estados del país "cartas con polvo blanco", que causaron pánico en la población.

Julio Frenk Mora, secretario de Salud en franca picada, no ha logrado infundir confianza a la población luego del lanzamiento de su tecnocrático y cuestionado Programa Nacional de Salud. Y menos aún tras no responder a los diputados los cuestionamientos de fondo sobre la problemática nacional en salud, y de reconocer, ante ellos, la presencia de dengue hemorrágico en México: "Tenemos 95 casos de dengue hemorrágico y un muerto; que ya está controlado", les dijo.

Y por un lado es cierto, en México, en los Estados Unidos, o en China, los muertos por enfermedades infecciosas se controlan fácil: se mandan al panteón.

Por si fuera poco, Frenk Mora se aventuró al asegurar que "estamos preparados para una guerra bacteriológica", y, para "apoyar a las víctimas" de los ataques a los Estados Unidos, la secretaría de Salud envió a ese país a "destacados" sicólogos, sicólogos que nunca ayudaron a los familiares de los asesinados en Aguas Blancas o en Acteal, masacrados por manos terroristas apoyadas por el gobierno en turno.

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