La tarde del 15 de enero que corre, una docena de organizaciones nacionales y regionales de productores agropecuarios, forestales y de pobladores rurales que conforman el Movimiento El campo no aguanta más, llevaron a cabo el foro “El campo no aguanta más”, en el Museo de la Ciudad, ubicado en la calle de Pino Suárez, en la ciudad de México.
A ese evento fue invitado como ponente Gustavo Leal Fernández, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco y especialista en políticas de salud y seguridad social.
Leal Fernández dijo que su exposición sería breve, y así la llamó: “Cuatro apuntes breves sobre la situación sanitaria del mundo rural”. Para sus lectores, Imagen Médica reproduce, íntegra, la exposición de Leal Fernández:
1. “Un cuadro de creciente pobreza, migración y proletarización rural”
En el marco de las políticas tecnocráticas que durante los últimos diez años han consolidado el proceso de empobrecimiento de los habitantes del campo es claro que, al empezar el 2003, de los 8 millones que trabajan en el sector, la gran mayoría enfrenta condiciones de pobreza extrema.
Sedesol y el Banco Mundial:
Al decir de Sedesol, dos de cada tres habitantes rurales son indigentes y hasta el Banco Mundial reconoce que sus índices nacionales de indigencia superan los de hace una década.
Además, la pobreza expulsa a la población hacia las ciudades y los Estados Unidos.
Sedesol estima que un promedio de 600 campesinos dejan diariamente su tierra. Desde que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el campo ha perdido 780 mil empleos.
Los jornaleros indígenas:
Un estudio del Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas de Sedesol muestra que el crecimiento de los de orígen indígena se ha acelerado a tal grado que ellos ya representan actualmente el 40 por ciento del millón 200 mil trabajadores migrantes del país. En su mayor parte son mixteco, nahua y zapoteco, aunque también hay totonaco, triqui, mazateco, tlapaneco y tepehuano.
La expulsión de jornaleros desde los 803 municipios indígenas creció entre 1994 y 1999 de 25 a 38 por ciento y se orientó hacia los valles más fértiles. Hace tiempo que jornaleros náhuatl de la huasteca hidalguense comenzaron a trabajar en campos cañeros de la huasteca potosina y veracruzana. Hoy, muchos que trabajan en Sonora y Sinaloa, proceden de la huasteca hidalguense.
El Instituto Mexicano de la Juventud:
Según una encuesta aplicada en el año 2000 por este Instituto a población entre 12 y 29 años de edad -que se llama Los jóvenes rurales en México-, hasta el 76 por ciento de los jóvenes se ocupan como jornaleros agrícolas, empleados u obreros, lo cual implica un creciente proceso de “proletarización”, toda vez que el sector ocupa los empleo más precarios del país y sin garantías sociales mínimas.
Las opciones de empleo de los jóvenes son escasas: continuar el negocio familiar cuando se tiene (comercio, rentar maquinaria), convertirse en jornalero agrícola de los campos cercanos o los de los Estados Unidos o migrar a la ciudad para emplearse en la escala ocupacional más baja.
La tercera parte de la juventud rural obtiene como primer puesto de trabajo el de jornalero agrícola, la cual se va a convertir en la “ocupación básica” de toda su vida. El restante 46 por ciento es empleado u obrero, 16 por ciento labora sin recibir remuneración alguna y los demás están en cooperativas o trabajan a destajo. Antes de los 14 años, los jóvenes obtienen su primer trabajo.
Todo este cuadro se traduce en una franca deserción escolar, embarazo temprano y baja participación política de la juventud rural, en la misma medida que “el sistema político aparece muy alejado de su cotidianeidad”.
2. “Cuatro apuntes breves sobre una vida ‘sanitariamente peligrosa'”
Primero:
Dentro de los diferentes niveles de “ingreso” rural, es claro que pobreza, migración y proletarización contribuyen a una vida “sanitariamente peligrosa”. A estos riesgos tenemos que agregar:
— Problemas nutricionales crónicos, vivienda inadecuada y poco acceso a los servicios educativos, urbanos y recreativos.
— Intensas cargas de trabajo, es decir, desgaste.
— Exposición a químicos -como los plaguicidas-; agentes biológicos -como los animales de carga y labranza, insectos venenosos y microorganismos como los hongos- y agentes físicos como las condiciones ambientales. Hay que agregar también, los agentes psicosociales -el estrés por: temor a la pérdida de la cosecha, por la estrechez económica y el acceso al crédito-.
— Accidentes laborales y en trayecto.
En su conjunto, todo este cuadro constituye una compleja combinación en que todos los ingredientes están reunidos a partir, por ejemplo, del perfil del migrante -al extranjero, golondrinos y “por un día”-, que salen de unos escenarios riesgosos y entran a otros escenarios riegosos.
Segundo:
El ciudadano rural del zedillismo-foxista es el ciudadano de los paquetes básicos. Desde 1995, el gobierno federal instrumenta sus Programas de Ampliación de Cobertura a través del llamado Paquete Básico de Servicios de Salud y sus 13 intervenciones fundamentalmente preventivas; éstas intervenciones son: salud reproductiva, salud del niño, VIH/SIDA y enfermedades de transmisión sexual, salud del adulto y del anciano, enfermedades transmisibles por vector, zoonosis, micribacteriosis, atención por lesiones, salud bucal, salud mental, rehabilitación, promoción de la salud y adicciones.
Pues bien, todo este paquete tiene muy baja capacidad curativa y escasa resolutividad. Es un paquete que hasta tecnócratas de la laya del subsecretario de Hacienda, Carlos Hurtado y del terrible director del IMSS -por empeño de Fox- Santiago Levy, lo consideran como un paquete “rudimentario”.
Los Organismos Públicos Descentralizados, es decir, las 32 Secretarías de Salud que tienen las entidades federativas, operan ese paquete y, en algunos casos, le agregan otras intervenciones adecuadas al perfil epidemiológico regional. Para la mayor parte del campesinado mexicano, este penoso paquete básico es toda la oferta pública que reciben del gobierno del “cambio” encabezado por Vicente Fox.
Tercero:
La gran “innovación” sanitaria del foxismo, el malhadado y criticado seguro popular, no es más que es un “paquete básico esencial plus”, es decir, es un paquete básico esencial con algunas intervenciones más.
El seguro popular amplía las referidas 13 intervenciones hasta un número de 105, aunque estas intervenciones siguen preservando su carácter fundamentalmente preventivo, su baja capacidad curativa y los mismos problemas de resolutividad médica que están en el paquete básico esencial.
Además, y esto hay que reiterarlo, porque es una ofensa para el sector agropecuario, el seguro popular cuesta y asocia los medicamentos al pago de esa prima por concepto del seguro.
Diseñado sobre la tecnocrática visión del prepago de Julio Frenk, el seguro popular está básicamente orientado hacia un universo de “demanda” compuesto por trabajadores del sector informal con “capacidad de pago”, localizados en zonas urbanas y periurbanas.
Así pues, su magro potencial para ampliar las coberturas, no está contemplando en lo absoluto al mundo rural y sus trabajadores.
Cuarto:
Por lo que toca integrar a las coberturas para la población rural, proporciono sólo una cifra para ver el repliegue estratégico de las instituciones de seguridad social en esta tarea: el IMSS reporta en su informe de derechohabiencia a octubre del año 2002, un total de cobertura, de asegurados en el campo, de 583 mil trabajadores frente a los ocho millones que laboran en el sector.
Quisiera señalar dos penosos programas del foxismo, aunque hay una excepción que vale la pena considerar en esta ocasión: un programa a mi manera de ver insultante, que se llama Vete Sano, Regresa Sano. Este programa empujado desde la Secretaría de Salud, y que ha sido presentado en foros internacionales, está resumido de la siguiente manera:
Según el subsecretario de Salud, Roberto Tapia, “la salud es uno de los primeros valores que el ser humano pierde en su calidad de migrante y de ahí la importancia para ofrecer las herramientas preventivas a esta población, difundir entre ésta un conocimiento mayor de qué hacer para conservar su salud.
“Los migrantes representan un grupo vulnerable frente a los retos y riesgos sanitarios, por lo cual, la Secretaría de Salud ha dado prioridad a su atención, a través del programa Vete Sano y Regresa Sano, para que tengan a su alcance los elementos que le permitan prevenir enfermedades”.
Es decir, que ante el fenómeno de la migración, la Secretaría de Salud lo que preparó fue un programa preventivo para ‘que te vallas sano y te regreses sano’: ¡un insulto! Pero hay algo peor, y con esto termino esta breve intervención:
Recordarán ustedes a este defenestrado funcionario de Guanajuato, Juan Hernández -excoordinador de la Oficina para los Migrantes de la Presidencia de la República-, quien tuvo la idea que supera, por supuesto, el programa Vete Sano y Regresa Sano de la Secretaría de Salud, este programa fue conocido como la “cajita feliz”.
¿Qué era la cajita feliz? -Quisiera que prestaran mucha atención porque insisto, si el anterior es un insulto, esto debería llevar al paredón al bigotón Juan Hernández-, según Juan Hernández, hay la posibilidad de hacer una estrategia “genial” para “apoyar” a los que intentan ingresar a los Estados Unidos por zonas desérticas: facilitarles una llamada “cajita de sobrevivencia”, que contendría: “sueros orales, medicamentos contra picaduras y mordeduras de animales del desierto, comida deshidratada, cereales y preservativos”.
No es casual, como decía, que esta “genial” idea fue inmediatamente bautizada popularmente como la “cajita feliz”, de la cadena Mac Donald.
Vete Sano, Regresa Sano y su “cajita feliz”, me parecen a mí: ¡Signo de los tiempos de la “revolución silenciosa” y el “cambio” del fraude que se llama Vicente Fox!