Y Fernando Flores sigue sin disculparse

Gustavo Leal F.*
Mayo de 2006

A las 10 de la mañana del 25 de junio de 2005, 32 residentes adscritos al Hospital Valle Ceilán del Instituto de Salud del Estado de México (ISEM), suspendieron labores y se declararon en asamblea permanente para exigir a sus autoridades abasto de medicamentos y equipo de curación del cual carecen hace meses. Sin esta infraestructura, señalaron, es “imposible brindar atención adecuada a los pacientes”. Menos de 24 horas después, los medicamentos empezaron a llegar al Hospital.
Otros residentes hicieron paros en 2003. Primero, los del GDF, después los del Hospital Juárez. En 2004 la movilización recayó, nuevamente, en los del gobierno capitalino, quienes suspendieron labores al cancelárseles -sin argumento y aviso previo- sus vales de fin de año por un monto de entre 5 y 7 mil pesos. Los 500 residentes del GDF sobreviven con 2 mil 800 pesos quincenales.
En todos los casos sus acciones triunfaron. ¿Por qué paran?
Gracias a las “reformas” del soberonismo-priísta que continúa el soberonismo-foxista y su fraudulento “Seguro Popular”, esos residentes casi sostienen la red hospitalaria pública. Como médicos generales en  especialización, representan el 11 por ciento del personal que atiende consultas y muchos de los hospitales donde se capacitan se vendrían, literalmente, abajo sin su tarea.
 Ello no significa que los médicos de base -que los tienen adscritos- no trabajen: sin duda lo hacen, pero con otro ritmo. Mientras los primeros se desempeñan por contrato, los residentes dedican tiempo completo a su especialidad de donde migran a otra u ofrecen, simultáneamente, consulta privada.
En el IMSS su horario cubre ocho horas: ingresan a las siete, pero pueden concluir su jornada hasta 12 horas después. Los médicos de base cumplen seis horas y media, pero no realizan guardias, como los residentes. Las guardias varían con la institución a la que pertenece su unidad médica, aunque en general son de 24 horas por 48 de descanso o de 24 por 72 horas de descanso.
El IMSS dispone de 6 mil 200 plazas para residentes, del primer al octavo año. El sueldo y la beca bruta mensual del octavo año (junio, 2005) suman 3,864 pesos.
La Norma Oficial Mexicana 090 establece que los residentes apoyen la consulta, pero siempre con el soporte de un tutor. Sin embargo, por las “reformas” Soberón-Frenk, -que desfinanciaron crónicamente al sector y el poco sobrante lo dilapidan en el engañoso “Seguro” “Popular”), la brutal demanda de atención que pesa sobre los médicos adscritos, se derrama inevitablemente hacia los residentes.
El ciclo matutino de los residentes es tupido: exploran pacientes, elaboran expedientes clínicos, realizan curaciones y toman muestras para estudios. Sus pacientes deben estar perfectamente bien revisados y programados para curaciones y cirugías. Además, junto con sus tutores, visitan a los enfermos hospitalizados y si les toca guardia, deben hacerse cargo del trabajo hospitalario toda la noche. Ello incluye, también, la atención de urgencias.
A este alto costo humano es como gustaba “ahorrar” el IMSS-Levy (ahora, IMSS-Flores) y el ISSSTE de Benjamín González Roaro (ahora, ISSSTE-Moreno Cueto),  representantes de la “maestra” Elba Esther Gordillo. El bajo promedio de la beca de los residentes de la SSA, IMSS, ISSSTE, DIF y PEMEX, puede variar ligeramente en algunos hospitales privados.
Tampoco hay que suponer que los médicos de base ganen mucho más: un especialista en medicina familiar del IMSS, con 16 años de antigüedad, cobraba (junio, 2005) 20 mil 618 pesos mensuales brutos (salario ya integrado con 11 prestaciones de Ley). Esos son los “privilegiados” que gustaba insultar Levy en sus “sesudos” informes financieros y en cuya defensa el IMSS-Flores aún no ha obsequiado una sola disculpa.
Según datos de la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recurso Humanos en Salud (CIFRHS), 15 mil 608 médicos generales realizan cursos de especialización en el Sistema Nacional de Residencias Médicas en 119 instituciones de salud, públicas y privadas.
La mayoría busca especializarse desconociendo lo que les espera en ellas. Estudios recientes documentan que pueden ser sujetos de violencia psicológica, verbal, física y hasta sexual. Tampoco faltan los suicidios. Sucede también que la asignación de calificaciones puede servir de recurso para controlarlos e intimidarlos.
La cultura de la violencia, enmarcada en las ofensivas antimédicas del foxismo contra los trabajadores de la salud, tiende a naturalizarse y remarcar la división jerárquica del trabajo que privilegia la rutina, burocracia y autoritarismo en lugar de la confrontación, análisis y reflexión de los casos.
Pero como para Levy los médicos son unos “privilegiados” (y Flores aún no se disculpa), los residentes no acostumbran denunciar y tampoco existe una instancia médica dedicada a atender este tipo de delitos. Con el pretexto de conservar la disciplina, las autoridades jerárquicas, obligan a los residentes de los últimos años a reproducir el modelo con los estudiantes de recién ingreso. Así que la mayor carga de trabajo recae en los residentes de menor jerarquía: son los duermen menos, porque siempre están en el frente.
Sólo por eso paran los residentes. Como muestra el Dr. Alfredo Rustrián Azamar en su libro La revolución de las batas blancas. 40 años después: vigente, el asunto porta actualidad.
Pero el soberonismo-foxisista quiere “democratizar la salud” destinando -en 2006 ¡17 mil MP!- para el fraudulento “Seguro” “Popular”, aunque el Programa IMSS-Oportunidades labore con las clínicas saturadas. El nuevo gobierno tendrá que meter la manos pronto.

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* Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco

Este articulo se publico en el periódico La jornada

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