Esperó por largo tiempo a que le realizaran una delicada cirugía, y cuando le tocó su turno, la operación fue suspendida porque los médicos no tenían guantes para practicarla. Al menos, eso le dijeron. Pero la paciente no sabía que además de los guantes, faltaban en el quirófano medicamentos, soluciones y casi todo el material quirúrgico. Para colmo, sólo un monitor de signos vitales funcionaba a “medias”, los otros estaban descompuestos…
El caos que impera en el Hospital de Especialidades “Bernardo Sepúlveda” del Centro Médico Nacional “Siglo XXI” del IMSS no es reciente, se agudizó desde octubre pasado. Tras seis meses de “criminal” desabasto, el silencio se empieza a romper, a pesar de la rara instrucción que entre los trabajadores surte efecto: “no hablar nada ni hacer pública la crisis ante los medios”.
Pero los derechohabientes a nadie se deben. La señora de la frustrada cirugía fue trasladada de su cuarto al quirófano en una silla de ruedas “hechiza” por los trabajadores, ¡sí!, en una silla común y corriente a la que por pena los trabajadores le “adaptaron llantitas”.. A ella le explicaron que, desde que el hospital se convirtió en “Unidad Médica de Alta Especialidad” (UMAE), el desabasto crónico y la corrupción “llegaron para quedarse”.
Y por eso la señora no entiende el discurso de foxilandia.
A pesar de la desventura, la paciente entendió la explicación “convincente y real” de los médicos, enfermeras y trabajadores del Bernardo Sepúlveda, y hasta se mostró afligida. Le explicaron bien que ellos, como trabajadores sindicalizados, ya no tienen la “fuerza” para “presionar” a las autoridades, ya que el director, Jorge Castañón González, desconoce al sindicato porque dice que las UMAE, como tales, “no tienen relación con ningún sindicato”.
La señora y sus familiares tuvieron tiempo para escuchar de los trabajadores una larga historia que parece de terror, pero es de corrupción e impunidad, en suma, infiere, “de la pudrición del IMSS”.
Escuchó:
“Que desde que se convirtió en UMAE, el hospital recibe con gusto pacientes privados que, atendidos como reyes por grupos de médicos que tienen sociedad con el director, consumen los insumos y medicamentos destinados a los derechohabientes, a quienes se les hace el feo y no atienden porque no pagan.
“Que la corrupción es tal, que la mayoría de los pacientes privados son introducidos al hospital de manera clandestina por los médicos socios del director, y que esos recursos, en obvio, no ingresan al hospital.
“Que se compran insumos y medicamentos caros, y se pagan servicios de mantenimiento que no se dan, todo, al amparo de la mafia que maneja al hospital.
“Que el director es protegido de un tal Aguirre Gas, un tipo de raros modales, cuyas extrañas relaciones en los mandos altos del IMSS le brindan impunidad total.
“Que prácticamente en todas las áreas del hospital se venden los servicios clandestinos en perjuicio del derechohabiente y la institución. En Rayos-X, Medicna Nuclear, Resonancia…, y que la más descarada de las corrupciones se da en Oftalmología, donde los titulares se hacen ricos con la venta indiscriminada de materiales y dispositivos oculares que no están en el cuadro básico del IMSS.
“Que todo es sabido por otro tal Levy, el mero mero, que calla y consciente porque dirige una campaña para hacer ver a los trabajadores como los culpables del desabasto y de la pésima atención.
En otra parte de la lamentable historia, la señora cuestionó algunas cosas que no le parecieron muy lógicas, por ejemplo, que cómo era posible que un sindicato no pudiera defender a sus propios trabajadores y explicar a los derechohabientes esa realidad. En la respuesta comprendió algo así como la fatalidad: “…que los líderes estaban vendidos con las autoridades”…