IMSS. ¿Seguirá Calderón la “ruta” SME “mejorada”?
Gustavo Leal Fernández
Si de “mejorar” servicios se trata, ya la “primera” generación de “reformas” tecnocráticas resultó un esférico fracaso. ¿Qué deparará una “segunda”?
El eslabón inicial de la cadena: la descentralización soberonista de los años ochenta -el “cambio estructural”-, seguido del que consumaron Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles -el “programa de reforma sectorial”- durante los noventa zedillistas, culminaron ambos hundiendo los servicios en una ruta de caos y descontrol que, hasta ahora, no sólo no ha sido reconocida: tampoco ha sido corregida.
Hace poco, Juan Ramón de la Fuente consideró que “por un lado, se tiene una descentralización y, por el otro, una centralización en el principal financiamiento del sistema de salud lo que lleva a contradicciones que en los hechos tienen repercusiones”.
Y Narro agregó: “supuestamente, existen servicios descentralizados. Pero la verdad es que la descentralización es parcial y hay una tendencia a pensar en re-centralizar algunos servicios”.
Sobre estos yerros, de por sí ya mayúsculos, se montó el tercer eslabón: la “reforma financiera” del Seguro Popular de Julio Frenk y Eduardo González Pier. El petulante Sistema de Protección Social en Salud tampoco logró “mejorar” la prestación del servicio médico, aunque sí duplicó las onerosas estructuras burocrático-administrativas que “atiendan a la población abierta. Hoy por hoy su “federalismo” sanitario, dictado a conveniencia de la Secretaría de Hacienda, naufraga en la más absoluta de las descoordinaciones. El estado del sector salud en el Guerrero de los perredistas Zeferino Torreblanca y Angel Aguirre es un caso prototípico y emblemático.
Cuadro al que sólo hay que agregar la continuidad de Calderón empeñada en el mito de la cobertura “universal” y su Seguro Médico para una Nueva Generación que, cuatro años después de su electorero implante, apenas empezó a contemplar incorporar -en sólo tres Estados y a manera de programa piloto- la prueba del tamiz neonatal.
Dígase lo mismo del, igualmente fallido, último eslabón de esa contrahecha cadena: la “reforma” Zedillo al IMSS de 1995 y, aún más grave, la de Calderón -y el PRI de Gamboa y Beltrones- al ISSSTE de 2007. En términos estrictos, sucede justo lo contrario de los que se presumió como su objetivo: son “reformas” más caras que las leyes que abrogaron y los servicios no sólo están peor, están mucho peor. Sólo han complicado el asunto público.
Para decirlo en el curioso lenguaje de José Luis Carazo, representante de los trabajadores (CTM) en el Consejo Técnico del IMSS:“la infraestructura, a pesar de su crecimiento, no lo hace en proporción a las necesidades de una población derechohabiente cada vez más demandante y creciente”. En una encuesta de satisfacción -realizada por Transparencia Mexicana de Federico Reyes Heroles- se sostuvo que el 23 por ciento de los usuarios consultados expreso motivos de descontento con la atención recibida. “El 23 por ciento representa a miles de derechohabientes que diariamente enfrentan largas esperas para una cita, en especialidades o para una operación; que observan las áreas de urgencias cada vez más saturadas y, en ocasiones, viven situaciones caóticas al no poder darse respuesta al número de pacientes que reclaman un servicio oportuno; la lucha por un lugar en una guardería o la oportuna atención al tramitar su pensión”.
¿Qué sigue? Para seguir “mejorando” servicios el ocaso calderonista sólo atisba publicitar una “segunda” generación de “reformas”, ya anticipada por Peña Nieto, Beltrones -y su “asesor” Santiago Levy- que acanallándose sobre un sector que -sin acabar de atinarle- ya padece ¡30 años! de “reformas”.
Para “mejorar” servicios, el secretario saliente José Angel Córdova, estimaba que había llegado el momento de enterrar el IMSS y el ISSSTE dilatando simultáneamente el mercado privado. ¿Cómo? “Unificando” los esquemas de financiamiento del IMSS, ISSSTE y SSA como parte de la “integración” funcional del sector.
Córdova quería “consolidar” la separación del seguro médico de otros seguros como los de retiro y el de maternidad del IMSS e ISSSTE “para que se manejen en presupuestos independientes: uno para la atención médica cuyo financiador sea el Estado y que el usuario se pueda atender en una unidad pública o privada, y otro para pensiones.”.
Por el mismo camino pretende “avanzar” su sucesor Salomón Chertorivski (el más fiel de los tecnócratas calderonistas) y para quién lo que necesitamos es “generar un financiador único de la salud, con un paquete único, financiado con impuestos generales y proveedores múltiples. Esto hoy sí es posible”. Exactamente lo mismo recita el responsable del Seguro Popular, David García Junco.
Todo ello, por supuesto!, para “mejorar” servicios vía una “segunda” generación de “reformas” que dilate el mercado privado de atención médica y entierre definitivamente al IMSS y al ISSSTE. No sorprende que esa nueva ola de “reformas”, tan tecnocrática como la primera, sea incapaz de contemplar un sistema único, como los que hoy funcionan venturosamente en el mundo. Su propósito no es “integrar”, sino “separar”: canalizar la cuantiosa bolsa pública hacia consorcios de establecimientos privados en “competencia”.
Será que para su “éxito” ¿Caderón, Karam y Eduardo González Pier intentarán pasar nuevamente por encima de los trabajadores del Seguro Social -con la complicidad del diputado panista Valdemar Gutiérrez Fragoso, impugnado secretario general del SNTSS- liquidando de un plumazo ¡319 trabajadores! tal y como buscaron hacerlo, hasta ahora sin fortuna, con la “extinción” de LFC y los 44 mil del SME?
Redacción:
El presente artículo del doctor Gustavo leal Fernández, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco, se publicó por primera vez en el periódico La Jornada el sábado 4 de febrero de 2012.