Tal vez solo te amo
Por Bibiana Faulkner
nadie pueda sacarnos, nadie, ni siquiera tú.
En mi corto andar por la vida, he destacado la cobardía como un vicio cada vez más amenazante para la raza humana.
En verdad tenemos tanto pavor al riesgo, que preferimos cavar un hoyo en donde quepa cada uno de nuestros miedos con todo y nuestros cuerpos.
La primera vez que leí a Bukowski me enamoré de él. Lo mismo pasó contigo, pero de un modo algo distinto. Le leí muchas letras, muchos cuentos y muchos poemas, novelas y una que otra carta de amor quebrado, partido en dos, así como el tuyo y el mío.
Después me topé con un poema chiquito, no sé bien qué tan trabajado pero perfecto y en definitiva, de lo que más me gusta de él siendo tan cínico, tan ácido y tan atormentado. Se llama «Confesión». Ahí mismo le dice a su mujer lo que siempre temió decir, así como yo contigo. Está al final como excelso preludio a un amor inamovible, así como el nuestro.
Supe que te amaba cuando los hoyos en mi pecho eran (por mucho) más grandes que aquellos en donde son lanzadas la carne y las pasiones.
Y sí, también tenía miedo, a veces muy poco, a veces mucho, pero cuando te escuchaba no tenía nada, ni siquiera el más chiquito. Y era bonito.
Hasta la fecha no entiendo las partidas, entiendo más las despedidas: la cruda voz aprendiendo a decir «adiós», pero no, no entiendo ese andar de tu alguien alejándose de ti, ¿es justo?, ¿y si no es justo por qué entonces es posible?, ¿y si es posible por qué no puede convertirse en imposible si existen los antónimos?
Es cierto, las dudas que más me han alterado se hicieron más grandes y más pesadas cuando presentí que me dejarías, y aun así, comprendía. La explicación de los mayas o de la religión por ese asunto del fin del mundo puede esperar, también las revueltas en España, o la furia de mi padre por mi irresponsabilidad con su tarjeta de crédito, ¿qué me dices de la Tercera Guerra Mundial que está latente en todo continente?, ¿de los turcos en Alemania? Hablemos pues de los últimos avances científicos con respecto al SIDA, o de los bloques de Latinoamérica, de las elecciones en México este año, ¿sabías que hay más almas torcidas que niños en el mundo? Y así me escapo a ratos, entrando en temas que comprenda un poco más porque entendí que cuando sabes de amor, entonces concibes de sobra que lo mejor es guardar silencio.
Todo lo que hervía dentro de mí forzosamente debía llevar un nombre, y si no era el tuyo entonces era amor, y viceversa. Viceversa eterna.
Si me arrepentía de algo, era de las veces que te había hecho llorar. No de ti, no de mi, nunca de nosotros.
Y mientras leías esa oración gestáltica, Freud me pedía dar un paso atrás.
Y es que tal vez solo te amo.