Por Alejandra Coral Mantilla

Twitter: @ayflaca

 

Escribe, me dijo, y sólo se me ocurrió escribir de él. Total, cuando ya no queda nada más que rabia, las palabras son inútiles porque los oídos se ensordecen y los buenos recuerdos se pudren en alguna esquina del olvido. Las sonrisas que alguna vez nos regalamos se limitan a desaparecer y la vida se siente más chiquita.

 

Escribe, me dijo, porque sólo cuando escribes dices la verdad. Y es verdad. Él jamás me perdonó que lo haya querido moderadamente y yo jamás le perdoné haberse ido. Porque la injusticia, cuando conviene, resulta atractiva. Fui injusta, lo sé, pero más conmigo. Lo quise con mesura, con egoísmo, con prepotencia. Lo quise de la peor manera y fue injusto. Injusto porque le di la razón: mentí. Y si fui capaz de mentirme a la cara, merecí haberlo perdido.

 

Escribe, me dijo, y le di la espalda. Ahora ya es tarde como siempre cuando se trata de querer. Tarde. Él se fue antes que yo me atreviera a escribirle, y me olvidó antes que yo aceptara cuánto lo quise, y me sacó de su vida antes que yo pudiera lamentar su ausencia. Todo de golpe como debe ser cuando se odia a quien se quiso. Y todo para siempre como siempre le enseñé. Ahora escribo como él me dijo, pero no para él como hubiese querido. Siempre fui mala para complacerlo y por eso él sigue recordando mis defectos. Total, cuando ya no queda nada más que amor, las palabras son inútiles.

 

Pero aquí estoy, escribiendo. Y él también, leyendo.

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