Por: Ángel Valenzuela
Twitter: @MetaFicticio
Sabés que vienen por vos. Ya se escuchan sus voces enardecidas. Querés apurarte pero el frío de junio es implacable con tus huesos trajinados. ¡La concha…, la llave! Entonces abrís la caja metálica y sin pensarlo mucho agarrás la plata del diezmo. Dios sabrá entender.
Una piedra atraviesa el cristal. Las viejas que antes rezaban estallan en gritos. Vos querés gritar también pero hay que amujar las orejas.
“Por quemar la bandera,” escuchás a las mujeres pero eso vos ya lo sabías. Adivinaste que las consecuencias no se harían esperar desde que el presidente barullero los insultó. “Son bosta de paloma,” dijo. “Mierda liviana que no tiene ni olor.” Claro, tus superiores se hincharon de enojo. Te ordenaron quemar en público su bandera y ahora el pueblo simpatizante viene a buscarte. Aunque vos sabés que esa no es la razón de fondo. En todo caso, con la quema sólo les diste el pretexto para hacer explotar esta guerra que ya llevaba tiempo fraguándose.
No hay tiempo que perder. El bombardeo a la Casa Rosada desató el infierno y sabés que ya vienen por vos. Atravesás la nave central hasta llegar al pórtico. Andate, viejo. Salí. Confundite entre la turba. ¡La sotana, boludo! Tenés que tirarla ahora si no querés clavar el pico.
Podés escucharlos gritar sus consignas. “Viva Perón. Abajo el Papa.” Los mirás escondido, desde las columnas. Se apostaron en la Plaza de Mayo. Agitan los brazos, apuntan sus armas al cielo cubierto de humo. Pensaste que se salvaría, que no serían capaces, pero prenden fuego a la Catedral. La mirás arder también en la pira de iglesias porteñas.
Apretá el paso, carajo. El frío no… Ya te vieron. Alguien te reconoce y apunta con el dedo. Andate, viejo. Pronto. Sabés que vienen por vos.