Por: Bibiana Faulkner
Twitter: @hartatedemi
Hoy fue un buen día, pero tal vez no hablé lo suficiente.
Hoy no te dije lo bonita que te veías. Tampoco te dije lo mucho que me gustan esos pantalones que vistes o esos suéteres que no he visto en alguien más.
Se me pasó decirte que no me gusta el helado napolitano y que odio mi cama cuando faltas tú.
Tal vez tampoco te dije que detesto las galletas de vainilla y esos momentos en los que tengo que despedirme de ti, pero yo tengo la culpa por dejar que te vayas; la próxima vez no me importará y no te llevaré a tu casa sino conmigo, y que te corran del trabajo, que pierdas la escuela, que te regañe tu madre, pero te llevo conmigo.
Dijiste que eras mi amiga, que prometías ser la mejor compañera; yo quise decirte que estaba bien, que fueras lo que quisieras, pero que fueras mía.
Hablamos del cabello de la mujer morena del bar al que fuimos, a ambas nos gustó que llegara a su cintura, también nos gustó el color, y no te dije lo mucho que amaba el tuyo.
No te dije todo lo que sentía por ti porque empecé por el final diciéndote lo más simple, lo que tenía atorado en la garganta y lo más mío: que te quería.
Después te dije que ojalá pudiera decirte lo mucho que me gustabas, por eso te besé. Ya sé que te enojaste un poco porque de repente estaba casi encima de ti, ya sé, pero deberías pensar que pocos tienen la fortuna de besarse con jazz de fondo, con saxofones erizando la piel. Piénsalo bien, y anda, pues, patalea, enójate, grita, que para besarnos tenemos toda la vida.
Te dije que te extrañaba cuando todavía estaba contigo, fui una romántica sin remedio y te dio risa, ya sé; no dijiste algo, ni una palabra, pero yo sabía que tú también.
Hoy no te pregunté por la luna. La verdad es que lo olvidé y me percaté hasta que llegué a casa y miré al cielo, pero de haberlo recordado te hubiera propuesto que nos columpiáramos aunque fuera un poquito, o tal vez te hubiera propuesto que viéramos la intranquilidad de la ciudad desde allá arriba que combinaba con la de mi cuerpo por tenerte así de cerquita.
Dijiste que cuando estabas conmigo era como tener un pie en el suelo y el otro flotando, que te sentías bien; yo quise decirte que yo contigo me sentía siempre flotando, pero me quedé callada y volví a besarte, pero de una manera más cálida para que no te molestaras. Otra vez jazz.
Me dejaste una nota que decía: “Que nunca se rompan los corazones tiernos y rojos, que aunque haga frío no se resfríen, que yo mantendré el tuyo cálido, en serio; que te quiero sin freno y sin censura”.
Yo quise escribirte que amaba tus pecas, tus manos, tu música, tus libros, tus pecas, tus piernas, tus ojos, tus manos, tu música, tu hablar, tus manos, tus labios, tu ropa, tus lunas, tu piel, tus monólogos internos que no sé, tus labios, tus ojos, tu nariz, tu manera de beber vino, tu voz, tu piel, tu voz, tus lunas, tus pecas.
Te bajaste del auto y me dejaste con todo adentro, por eso vine a escribirte que hoy no dije lo bonita que te veías.