Por Alicia Alejandra
Twitter: @Alisless
Hay días en que el tiempo se vuelve espeso y difícil, que cuesta dar un paso, que es imposible ordenar las ideas y los momentos. La vida nos pasa por encima como un tren de carga y nos deja al borde con la respiración agitada, exhaustos. Son días sin orden ni aciertos, días en los que tomamos los sentimientos, los cansancios, las ideas, los deseos y la esperanza y los metemos desordenados en el maleta de los asuntos pendientes. Nos apartamos del ruido y de la gente, nos alejamos de los sentimientos y nos refugiamos en la cabeza. Días de prisas y nervios, días vacíos o tan llenos de algo…
¿Qué puedo decir? Tal vez que mi mundo se ha acabado y ha vuelto a empezar tantísimas veces que hasta dudo de la veracidad de mis recuerdos.
Le tenía miedo a no saber. A no saber vivir, supongo. Y sí, eso fue. Siento que la vida y el tiempo se me escurren entre los dedos como agua y la sensación de impotencia ante no poder contenerme, pertenecer o ubicarme me dejaba mal. También sé que toda crisis implica crecimiento y si estoy viva es para aprender a vivir.
Ahora acepto que la vida y el tiempo son como el agua, pero ya no intento retenerlos sino dejarlos fluir y aprender de ellos. Sé que si uno avanza decididamente en dirección a sus sueños y metas para tener la vida que ha imaginado, se encontrará con un éxito inesperado.
Tal vez nuestros sueños al principio parecen imposibles, complicados o improbables, pero luego, cuando nos comprometemos y confiamos con fervor, se vuelven inevitables.
Hoy me siento más madura, de crisis en crisis he crecido mucho y me siento mejor que nunca. Uno de los modos de encontrar el punto medio es habitando los extremos, eso ya lo experimenté y no me quedé ni en uno ni en otro, puedo decir que sobreviví en mis intentos y salí con vida de unos cuantos fines de mis mundos.