Por Alicia Alejandra
Twitter: @Alisless
Hoy he llegado a casa muda de palabras porque no sabía exactamente qué expresar. Hoy me he detenido tan de prisa como si necesitara tomarme un respiro. La casa estaba llena de luz, llena de palabras escondidas en cada rincón, pero una luz blanca atraviesa la estancia e ilumina las zonas más oscuras, ¿lo he imaginado? Y de pronto miré despacio, me detuve a pensar y decirme “Adelante”.
Todo esta tan lleno de recovecos, de pasos atrás; estaba invadida de silencios, de trampas, de pereza. Sin embargo sentía la necesidad de avanzar, crecer y disfrutar.
De pronto todo se aclara, se entiende, se revela. Y siento que puedo caminar sin miedo, recuperar la vista y la confianza, las esquinas de la casa dejan de ser amenazas y se vuelven sorpresas que encierran oportunidades.
No entiendo cómo algo tan convencional como observar lo tenemos muchas veces abandonado en el rincón de los usos vacíos. Era momento de revisar los rincones hasta arriba y solamente así podría devolverme mis cansadas ideas, necesitaba solo un hueco para poder reconocer el valor que tiene el silencio.
Cuando los buenos momentos vienen de frente, cuando las cosas encajan, cuando existen besos correspondidos y cuando al fin tenemos un motivo para mañana, se acaban las palabras y los silencios son elocuentes cuando la vida nos responde.
Con esos días amables y bien compensados, las únicas palabras que sirven son las que utilizamos para agradecer, esas letras que rebosan de gracias bastaría con pronunciarlas, gritarlas o proclamarlas porque esos días nos sentimos tocados de una manera irreal o tal vez abrazados por la suerte.
No estanques las palabras que salen de adentro como borbotones aunque tantas veces no encontremos qué decir y acabamos por pensar que no sirve expresarnos, que tal vez valga más el silencio, la indiferencia, pero no es así, solo hay que decirlas a tiempo; es necesario compartir las palabras, pero es urgente regalárselas a quien nos quiere.