Por Bibiana Faulkner
Twitter: @hartatedemi
entro de puntitas a la habitación, entro calladita.
tú dormías boca abajo
mientras yo esperaba que me perdonaras.
porque no pude amarte,
por todo lo que dije e inventé
para que te enamoraras de mí
de frente, de costado y a mis espaldas,
porque no te quise
de manera urgente,
febril,
animalesca,
como tú querías,
como el loco de la película
que vimos un día y que hacía
todo por amor.
quería agitarte y tenderte ahora boca arriba
para que me vieras y luego me dijeras
—aunque triste— que sí,
que asintieras —aunque herida—,
que me redimieras —aunque todo—.
perdóname, mi amor, ¿me perdonas?
porque mis manos fueron el paracaídas que no
pudo abrir,
porque lo mío no fue un
amor abrasador,
ni un amor urgente.
y mientras yo esperaba lo mismo,
despertaste:
¿qué pasa, otra vez sin dormir?
Rilke escribió en sus elegías
que todo ángel es terrible
y yo, mi amor,
ni ángel soy.