Por Alicia Alejandra

Twitter: @Alisless

 

 

Cuando te acercas al límite, al punto de quiebre, donde no transitamos en la carretera donde existe el retorno. Aquel límite que marca lo que ya jamás se podrá retroceder, ese camino sin vuelta atrás lo impide, las propias limitaciones del tiempo causan pesar, aquel pasado que pudiste modificar y pudo ser posible pero ahora se transformó en lo contrario, llevándonos a una percepción de vida que rodeado de penumbras del pasado vivido lo transmuta en una abstracción, aquella ficción que solo es posible soñando despierto.

 

Como la comida inservible del refrigerador, el cigarro consumido y todo lo que, al parecer, se merma con el tiempo transcurrido; esa ráfaga de energía que corre y se consume.

Todo tiene tiempo de disponibilidad, son como aquellas oportunidades que dejamos atrás por no saber actuar, después todo cambia y aquello que pudo ser ya está deshecho.

La razón se impone en el conocimiento y también se sabe que todo aquello en lo que se creyó que no podía suceder, también pasa. Nada perdona el tiempo, incluso si no está en nuestras manos.

 

El transcurrir es irreversible, indetenible, puede ser triste, feliz o violento; nuestros deseos serán tan grandes como nos los propongamos, hay que sentir y vivir, si esas señales no llegan hay que encontrarlas para hacerlas posibles.

 

Que no pase más tarde, al final de la mañana cuando las puertas se cierran, se termina la película y todo vuelve a ser lo que es a su precisa velocidad; será entonces cuando tu vida se vuelve absurdamente común porque así la construiste.

 

Crea las huellas del tiempo de la manera que te parezcan y conforme a lo que deseas que suceda.

 

Solo recuerda que no hay retorno, solo un reflejo fragmentado del tiempo que nos queda antes de que el tiempo nos consuma y dejemos de existir.

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