Por Dulce Villaseñor
Twitter: @Doolcevita
Encontré mis ojos en el armario. No supe qué hacer con ellos, si tirarlos a la basura o quemarlos en el horno. No quería que
reaparecieran, no quería que me miraran y me recordaran todo ese pasado donde guardaba cosas que no eran mías, donde
observaba la basura del suelo para resguardarla del tiempo. Pero encontré esos ojos color miel y me abrazaron con una fuerza
liviana e intensa, similar a la de un grupo de abejas en excursión. Mis ojos intentaron pegarse de nuevo a mi rostro, pero me
defendí como una fiera y logré atraparlos con la mano izquierda y amarrarlos con cinco nudos perfectos e irrompibles a su
alrededor. Después de que aventé por la ventana a esas esferas gelatinosas y torpes, sentí que un peso se me quitaba de
encima.
Al día siguiente recuperé la vista.