Por Alicia Alejandra
Twitter: @Alisless
De repente me pongo a pensar un poco y compartir mi silencio con mi interior. Hace frío en esta ciudad, yo nada resguardada y no estoy abrigada; me encantan los días en que el cielo está limpio y despejado, en los que el aire frío te golpea la cara. Llevo en mi bolso un mapa y una guía, me he sentado en soledad contemplativa a disfrutar de una taza de café en un lugar que me es completamente inexplorado. Después consigo recrear algún concepto y ver todo de otra forma, sin agobios, sin prisas, sin miedos, con mirada nueva y capacidad de sorprenderme con lo simple. Hasta me parece ver caminar a aquellos animalitos que tanto me gustan.
En la mente pasan imágenes de momentos varios y recuerdos gratos, pensamientos míos; me siento una viajera sin tiempo. Ya no recuerdo dónde está mi casa, llevo tanto tiempo viajando y disfrutando de lo nuevo, que no quiero recordar. Todo es mucho más hermoso que los pasos cotidianos.
Llevo conmigo lo necesario, lo que realmente vale. La gente va y viene, se mueve de otra forma. Deseo sacar una foto, no puedo perderme algo tan inusual como esas ardillas que se mueven de un árbol a otro.
El café va acabándose, doy el último trago y miro fijamente donde estoy sentada el día de hoy y a veces preguntándome: “¿Qué hago aquí?”. Instintivamente miro el reloj: ¡Ya se me hizo tarde! Tengo que apartarme y regresar.
Un día no cotidiano, de esas veces de cuando la relajación y la calma no son lo mío. Soy experta en exageración, en brincar de la felicidad al llanto, en desbordarme y perderme por la emoción. Quiero ser igual, pero diferente; quiero pertenecer, pero estar aparte, quiero ruido, pero me alejo. A veces lo que queremos está tan lejos que vamos frenéticos en su búsqueda y en cuanto estiramos la mano para alcanzar el objetivo, a veces éste pierde su esencia y ya no interesa o te fascina tanto que puedes desbordar de felicidad.
A lo mejor todo es hermoso y no sabemos contemplarlo, o tal vez es al revés: todo es tan desagradable, tan ordinario, aburrido, que prefiero inventarme, salirme de lo común, de lo obvio. Y entonces resulta que quiero tocar lo inalcanzable, lo irrepetible, lo irreal, lo intangible.
Solo cuestión de hacer un esfuerzo para sacarse de encima lo lógico, lo que “debe ser” y disfrutar al menos por un rato de nuestro alrededor y de lo que la imaginación pueda crearnos.
Porque pasión es hacer que cada latido cuente, que disfrutemos cada momento; el camino a la felicidad no es el lugar adonde vamos, es el camino mismo.