Por Mayra Carrera
Twitter: @Advanita
Mire usted que le vi ahí aquella noche, le vi perfecto.
Usted olía a esperanza. A fe. Usted olía como huele la tierra mojada después de años de sequía. Mire usted, que sus ojos grandes se cruzaron con los míos y luego esa botella de vino y luego la ciudad entera. Mire que cruzamos un puente y luego cruzamos los cuerpos y mezclamos gemidos con vino y cerveza Pacífico.
Mire que convertimos la cama en catre y que nos hizo falta espacio y nos sobraron ganas. Mire que usted ¿sabe? fue mi Nochebuena y yo fui su Navidad, y aunque usted no sea mío ni yo de usted, en ese momento éramos todo. Y que si no me hubieran callado yo le habría cantado al oído, pero eso ya no importa porque en ese momento usted fue mío y yo de usted. Mire que con mis cabellos yo formé un vendaval sobre su cuerpo y usted un huracán del que tuve que sostenerme de sus brazos perfectos para que el torbellino de su hombría no me llevara, pero fue inútil: usted me llevó y yo me dejé llevar.
Mire usted que le vi sobre una carretera, le vi perfecto.
Usted emanaba alegría, fiesta, sonrisas; sol y playa. Usted es una hermosa isla y sus cabellos palmeras y sus ojos estrellas y su cuerpo una balsa que soporta mil tormentas. Mi tormenta. Mire usted que yo no pude ser más feliz porque le tenía en una carretera con hermosa selva, con música y con un sol que se negaba a salir, pero qué importa si usted para mí en ese momento fue mi sol. Usted fue todas esas cosas que no se cuentan y que solo se escriben y que se quisieran gritar, pero tienen que ocultarse. Usted es todo eso y más. Usted fue mi felicidad, sépalo.
Mire usted que le vi en un balcón, le vi perfecto.
Usted estaba sentado en una silla con la alegría brotándole por todos los poros de su torneado cuerpo, mientras yo le contaba cosas banales, sepa que en ese momento quise decirle cuánto es que me gusta y quise besarlo ¿sabe? pasar quedito las yemas de mis dedos por su piel blanca y contarle sus pecas de sol, pero recordé que usted no es mío, ni yo de usted. Luego lo vi ahí dormido en posición de frío y quise abrazarle y cobijarle con mi pecho, pero solo atiné a despertarle e invitarle a mi cama, su cama, nuestra cama.
Mire usted que le vi sobre una playa, le vi perfecto.
Usted estaba ahí recostado en la arena con su piel blanca rodeado de negra arena y yo no pude verle como quisiera ni pude decirle nada porque no soy de las que habla, soy de las que escribe, y aunque usted escribió un nombre en la arena con esa mano que siempre me sostuvo. Al nombre se lo llevó el mar y usted con su mano me llevó a lugares maravillosos, esa fue la gran diferencia. Luego caminamos por calles hermosas y yo quería besarle en el brazo o acariciar sus cabellos pero de pronto recordaba que usted no es mío, ni yo de usted.
Mire que le vi en un sillón en calzones, le vi perfecto.
Usted estaba embriagado de felicidad y yo también de verle y de tenerle; dijimos estupideces y nos reclamamos cosas tan estúpidas como inexistentes, cosas que en el fondo no sentíamos, y es que ¿sabe? fue la playa, fue el sol, fue la arena, fue el puerto, fueron mis ganas de usted al verle perfecto en calzones que nunca pude quitarle. Y es que cuando en broma dijo que no me asomara al cuarto, yo quería verle y descubrir su cuerpo desnudo bajo el manto de la mañana fresca que asomaba a la ventana; y es que nunca le vi ¿sabe? solo lo sentí y con eso es que yo me quedo.
Mire que le vi envuelto en una toalla, le vi perfecto.
Usted se paseaba por la sala con su toalla a la cintura y yo quería que temblara para que se le cayera, pero nada de eso sucedió; y es que yo habría querido irrumpir en su ducha y decirle “tómeme que ahora soy de usted”, pero es que recordé que usted no es mío, ni yo de usted.
Y es que usted no es mío, ni yo tampoco soy de usted.
Y es que tuvimos tres días donde pudimos serlo todo tras las cortinas y solo atinamos a beber.
Y es que lamentablemente usted es perfecto y no es mío; yo sí hubiera querido ser de usted.
CONTINUARÁ…