Por Rebeca Leal Singer
Twitter: @Rebecrop
Después de la larga rueda recorrer,
los pares de palos sostienen sentados
al otro madero tan flaco y flexible,
de un ahora indio indivisible.
Se cierran los lánguidos luceros:
como playas de noche,
como telas al óleo antes de ser presentado,
como plástico a un presente, previo a ser regalado.
El núcleo o meollo, entretela de ansias y deseo
va unido directamente a la garra izquierda del tacto.
Serácolocada bajo su cómplice binaria,
otorgaráasíal sosiego, un respiro entre el griterío.
Todo el panorama es dos veces uno mismo,
hacia afuera, montaña
hacia adentro, berrendo
pero solo en el pensamiento, lo demás es estático.
La mala costumbre de entretenerse sin esfuerzo
es a veces ácida y otras muchas alcalina.
Que surgiódel día gris y el cofre de juegos
sabiendo que los niños son los mejores narradores.
Ha dicho ya desde hace mucho, el azteca y poeta,
prehispánico profeta, una lírica sensible:
Es que al mundo venimos, venimos a conocernos.
De codo a codo entre nosotros, rasposo y seco codo.
Pero no habrásido así, en la lápida viviente,
que es ahora y por ahorita, mármol por voluntad.
Pero solo por un tiempo corto, contado y sonoro
donde conocemos a uno, pero uno es uno solo.